domingo, 5 de noviembre de 2023

EL CALLAO ciudad dorada

Américo Fernández EL CALLAO la Ciudad Dorada / Ciudad Bolívar 2020 I.S.B.N.: 000000000000 Depósito legal 1f: 000000000 Corrección de textos: Diseño de Portada: Diagramación textos e impresión: Tipografía y Litografía Horizonte C.A. Barquisimeto - Estado Lara - Venezuela Primera Edición. Tiraje: 000 ejemplares Derechos Reservados Impreso en Venezuela - Printed in Venezuela EL CALLAO, la Ciudad Dorada Contenido: I. EL PARAÍSO DE AMALIVACA 1. El Orinoco 2. El Dorado 3. El único afortunado 4. El tesoro de los frailes 5. Los Petroglifos II. SAN FELIX DE TUPUQUEN 1. Caratal 2. Joaquín Ayres 3. Pedro Monasterios 4. Médico francés en Caratal 5. Testimonio del Juez de Paz 6. Francisco Rojas y Michelena III. LA RUTA DEL ORO 1867 1. Ciudad Bolívar 2. Upata 3. Guasipati 4. Nueva Providencia IV. LA CIUDAD DORADA 1. El Callao 2. Compañía Minera de El Callao 3. Correo del Oro 4. Iglesia y Patrona V. TERRITORIO FEDERAL YURUARI 1. Nueva Erin 2. Gobernadores 3. Proyecto Ferroviario 4. Venancio Pulgar 5. Carlos Charles Fizgerald VI. PRINCIPALES COMPAÑÍAS 1. The New Goldfield 2. Mocupia 3. Guayana Mines 4. Mocca 5. Venorca 6. Minerven 7. Expansión Internacional 8. Leyes y Códigos mineros 9. Terrenos auríferos de Guzmán Blanco 10. Orfebrería VII. DEPORTE Y RECREACIÓN 1. El Fútbol 2. El Hipódromo 3. El Cine 4. El Calipso 5. Cultura culinaria 6. Artesanía del oro 7. Cuadro de Miranda 8. Túneles 9. Club de Leones 10. Patrona de los mineros 11. Museo del Oro VIII. PERSONAJES 1. Don Antonio Liccioni 2. Manuel Emilio Palacios 3. La Negra Isidora 4. Kenton Saint Bernard 5. Leopoldo Billins 6. Vilia Hinds Thomas 7. Héctor Thomas 8. Agustín London 9. Sebastián Enmanuelli 10. Jaime Huckson (Barrabás) 11. Juvenal Herrera 12. George Griffin 13. Alirio Rodríguez 14. La China Mannoni 15. César Díaz Decán 16. Jesús Coromoto Lugo IX. GREMIOS Y ASOCIACIONES 1. Sindicato de Obreros del Oro 2. Sindicato de Patronos Mineros 3. Asociación amigos del Calipso X. CALIPSO Y COMPARSAS 1. Los veteranos 2. Los exóticos 3. Los Vikingos 4. Renovación 5. Onda Nueva 6. Brisas del Yuruari 7. The same people 8. Mediopinto XI. MUNICIPIO AUTÓNOMO 1. Decreto de creación 2. 15 años de Autonomía 3. Escudo de El Callao 4. Luz Eléctrica 5. Ejidos de El Callao 6. Realizaciones y proyectos 7. La alternativa del oro. XII. REAPERTURA DE LAS MINAS 1. Minerven empresa del Estado 2. Presidencia de Franklin Izquierdo XIII. EDUCACIÓN Y CULTURA 1. Patuá calloense 2. Escuela Granja 2. Miranda pintado por Michelena I -EL PARAISO DE AMALIVACA El Orinoco El Dorado El único afortunado El tesoro de los frailes Los Petroglifos Los primitivos habitantes del Orinoco, al igual que los cristianos, tenían su Dios y toda una concepción de la naturaleza, sólo que su dios no era tan omnipotente, pues solía requerir de la ayuda de su hermano, hasta que un día de manera sorpresiva llegaron los conquistadores afanados por el oro y lo trastocaron todo. Amalivaca consultaba a su hermano Vocci y se la llevaban bien. Tenía Amalivaca dos hijas, a una de las cuales, dice la leyenda, que le inutilizó las piernas para que se quedara echando raíces en la tierra prometida. Y la tierra que Amalivaca obsequió a los aborígenes nada tenía que envidiarle al Paraíso perdido de Adán y Eva. Como aquel cantado por Milton, era este de Guayana un paraíso con grandes ríos, cascadas, lagos, remansos, oro, bedelio, ónice, aire purísimo, árboles de todos los frutos, tamaños y colores. Por ello, Colón, que tanto sabía del Paraíso cristiano, lo embargan estas cavilaciones al navegar frente al estuario donde el Orinoco se reparte en vástagos hacia la aventura del mar. “Grandes indicios son estos del Paraíso terrenal porque sitio es conforme a la opinión de estos santos e sanos teólogos, y así mismo las señales son muy conformes que yo jamás leí ni oí que tanta cantidad de agua dulce fuese así e vecina con la salada; y de ello ayuda la suavísima temperancia, y si de allí del Paraíso no sale, parece aún mayor maravilla, porque no creo que se sepa en el mundo de río tan grande y tan fondo”. El predestinado Almirante se aproximaba inconscientemente a la verdad mitológica de los aborígenes que creían aquello de veras como el Paraíso. Un Paraíso donde aún anida el infierno de la Manigua que atrae y devora a los afiebrados buscadores de oro. Aquel Paraíso tenía su Dios que era Amalivaca, el dios de la esperanza que llega, procrea y luego parte en una curiara hacia el otro lado del mar, dejando en el alma de los moradores el presentimiento del retorno. Dice la leyenda que después de largo tiempo regresó Amalivaca cortejado por su hermano Voccí y dos hijas a fin de continuar perfeccionando su obra en aquella tierra paradisíaca. Entonces fue cuando concibió al Orinoco para facilitar la comunicación entre un lugar y otro de la extensa y prodigiosa geografía de Guayana; pero los aborígenes, no obstante lo contento y maravillado que estaban, propusieron a su dios que la obra fuese más completa en el sentido de que en vez de una corriente de agua descendente creara otra con la misma fuerza a la inversa de suerte que los remadores no se agotaran. Amalivaca consultó a su hermano Vocci y tras larga reflexión convino con los aborígenes que mayor beneficio traería para ellos poner a prueba su ingenio y habilidades aprovechando los vientos. Así lo hicieron e inventaron la navegación a vela. Después de Amalivaca hubo otro Dios, el que trajeron los conquistadores para dar lugar a un sincretismo de la más variada y ricas formas. De esa forzada comunión de culturas emergió el Dorado, gran Señor de la enigmática Manoa que todavía buscan valientes e ilusos aventureros entre la maraña intrincada de la selva. Manoa era un lugar legendario de fabulosas riquezas y un lago sagrado donde de iniciaba el Gran Señor de la tribu a través de un rito que implicaba sumergirse en él con la piel cubierta de oro hecho polvo. Tratando de dar infructuosamente con este lugar se gastaron fortunas y perdieron la vida millares de nativos y europeos. Otros se hicieron notables y trascendieron por sus obras y hazañas como Gonzalo Jiménez de Quesada, fundador de Bogotá; Santiago de Belalcazar, conquistador del Ecuador; Antonio de Berrío, fundador de Guayana; los alemanes Ambrosio Alfínger Felipe Hutten y Nicolás Federmann, representantes de los banqueros Welser en Venezuela y el inglés Sir Walter Raleight, caballero de la Reina Isabel. Uno de los más recientes y modernos aventureros fue el norteamericano Jimmy Angel, que creía ver vestigios del legendario país de los Omaguas en la Meseta del Auyantepuy, sobre la que temerariamente aterrizó su avioneta Flamingo, pero no encontró más que turbulencia batiendo el pajonal de un lugar fangoso, piedras como monumentos labrados por el tiempo y una convergencia de aguas cristalinas que daban lugar a la catarata más asombrosa del mundo. La ciudad que todavía se busca es imaginada como sitio prodigiosamente rico que relumbra a distancia porque el oro cubre el suelo como arena, auque otra versión habla de un reino fabuloso donde se había refugiado el perseguido hijo menor del inca Hauicanapac con todos sus tesoros. Jimmy Angel seguramente había leído el Mundo Perdido de Conac Doyle o la obra de Sir Walter Raleigh The Discoverie of the large rich and beautiful empyre of Guyana y detenido en el pasaje de la Montaña de Cristal a la cual Releigh no pudo llegar, pero que vista de lejos le parecía la torre de una iglesia de gran altura: “Desde arriba, cae un gran río que no toca el costado de la montaña en su caída, porque sale al aire y llega al suelo con el ruido y el clamor que producirían mil campanas gigantes golpeándose unas contra las otras. Yo creo que no existe en el mundo una cascada tan grande ni tan maravillosa. Berrío me dijo que en su cumbre hay oro y piedras preciosas que brillan a la distancia. Pero lo que ella contiene, yo no se, ni él, ya que ninguno de sus hombres han logrado ascender por el costado dada la hostilidad de los habitantes del lugar y las dificultades que hay en el camino”. Juan Bolívar, piloto de helicóptero, descendiente de una etnia de Camurica, muerto en accidente vial y al que acompañé en ciertas ocasiones, creía y hablaba de esa ciudad perdida y no desaprovechaba vuelo que hiciera por lo confines de Guayana para desde las nubes escudriñar la inmensidad de la selva. También él, siguiendo la visión de Raleigh, estaba convencido de la existencia de unos extraños personajes, especie de gnomos custodiando los tesoros que moraban en simas como las de Jaua y Sarisariñama. Tales los Ewaipanomas, hombres sin cabeza, con la cara en el pecho y el cabello en los hombros. Hablaba de misteriosos ríos de extrañas ondas que dan vida o muerte según la hora en que se beban sus aguas: vivificantes a la media noche y letales antes o después. El único hispano que según su propia versión caminó por las calles de Manoa fue Juan Martínez, maestro de municiones de don Diego de Ordaz. A punto de ser fusilado por el expedicionario, Martínez logró escapar y llegar moribundo a un paraje del Orinoco donde fue rescatado por indigenas guayanos y llevado a la ciudad dorada, pero con los ojos vendados. Después de siete meses el cacique le preguntó si deseaba permanecer o regresar y, Martínez, optando por lo último, fue sacado de Manoa con varias camazas repletas del precioso metal. Indios enemigos del gran Señor de Manoa se las confiscaron, menos dos que pudo salvar y cargar consigo al salir del Orinoco. Martínez, como pudo, llegó a Trinidad, de allí pasó a Margarita y finalmente halló quien lo llevara a San Juan de Puerto Rico donde permaneció hasta su muerte aguardando quien le hiciera el favor de retornarlo a España. Su estada accidental en la enigmática Manoa la narró a los frailes poco antes de su fallecimiento y, según Walter Raleigh, la relación se hallaba en la Cancillería de Puerto Rico, de la que don Antonio de Berrío obtuvo copia que le fue mostrada cuando lo hizo preso en el curso de su primera expedición. Tras la guerra de Independencia, la búsqueda de El Dorado o la perdida ciudad de Manoa fue perdiendo fuerza con la añagaza del Tesoro de los Frailes, algo supuestamente localizable, concreto y factible. El Tesoro de los Frailes de las antiguas Misiones del Caroni, habría sido ocultado bajo tierra ante la inminente entrada del ejército patriota comandado por el General Manuel Piar. En lingotes de oro y onzas españolas se ha dicho que este tesoro estaba enterrado en las inmediaciones del convento y de la iglesia de la Purísima Concepción, de la que ya no queda sino ruinas. Pero como allí no aparecía, los buscadores continuaron volteando la tierra de las distintas misiones, entre ellas, las más próximas a la región del Yuruari y del Yuruán, en cuyo curso y sobre roca se ve tallada la imagen de un Capuchino señalando cierto derrotero impreciso. Al final por esa región fue hallado el gran tesoro dorado; pero, no en lingotes y onzas como suponían, sino en cochano y prodigiosas vetas que aún no se agotan. Se cuenta que Amalivaca, después del diluvio, quiso dejar evidencias de su visita a las tierras del Orinoco y junto con su hermano Vocci y un pintoresco cortejo de toninas hizo un recorrido por los lugares donde los pronunciamientos rocosos monumentales le resultaron ideales para grabar signos sobre la piedra y de esta forma dejar a la posteridad testimonio de su paso por estas tierras. Los indios al pasar y toparse con estos litoglifos, se aplican ají en los ojos para no verlos. De esta manera creen librarse del maleficio que supone el tener que enfrentarse con sus misterios. En cambio, los criollos asocian estos grabados con referencias respecto a tesoros escondidos, lo que explica las excavaciones localizadas en las inmediaciones de numerosos petroglifos de Guayana, como en Las Lajitas del Cuchivero y en la Piedra del Sol y de la Luna en Santa Rosalía donde los buscadores de oro abrieron boquetes de varios metros de profundidad. Amalivaca, el Dorado, el Tesoro de los frailes, tienen mucho de fantasías, pero en el fondo siempre ha habido una verdad que hoy como la fantasía de ayer se nos escapa de las manos y nos hace perder el sentido de la realidad. Aquellos extraños señores de recia armadura que invadieron el inmenso suelo de Amalivaca y se obnubilaron con sus riquezas, no estaban tan perdidos ni su intuición tan extraviada. El Dorado existía a flor de arena y en las entrañas de la tierra y, finalmente, lo hallaron quienes todavía lo explotan en los barrancos y vetas de Tupuquén, Caratal y El Callao. II-SAN FÉLIX DE TUPUQUÉN Caratal Pedro Joaquín Ayres Pedro Monasterios Informe Plassard Testimonio de un Juez de Paz Francisco Rojas y Michelena Moneda y caminos La existencia de oro en el Yuruary, la intuyeron los conquistadores, los afanados doradistas, pero jamás pudieron localizarlo, apenas lo vieron relucir en los collares o algunos objetos de las tribus. También la intuyeron los misioneros que vinieron con ellos y después de ellos y quizás fueron los únicos que dieron con su locación, pero éstos fueron reservados y cautelosos en su aprovechamiento. Existen documentos en los Archivos de Indias de mediados del siglo dieciocho, donde constan muestras no sólo de oro sino de hierro y plata, enviadas por los misioneros a través de sus gobernadores a objeto de interesar a las Cortes Reales en su explotación. Lucien Morisse, geólogo francés, quien por encargo del Ministro de Instrucción Pública de su país, realizó tres expediciones científicas a Guayana, relata las confesiones heredadas de su padre por el Indio Santiago para entonces comisario de Casanare. Siendo niño, Santiago acompañaba a su padre, hombre a quien los misioneros confiaban el transporte del oro producido en la Misión de San Félix de Tupuquen. Cuando Lucien Morisse cumplía su tercera misión, hacía seis años que Santiago había fallecido a una edad extremadamente avanzada que hasta él mismo ignoraba. Muy bien conservado, aunque todo arrugado y encogido, recordaba los últimos momentos de la ocupación española. El padre de Santiago murió 15 o 20 años después de la entrada de los patriotas a Guayana, no sin antes haberle indicado todos los lugares misteriosos donde se explotaba el oro. Una hoja impresa en el taller tipográfico de Pedro Cristiano Vicentini el 2 de mayo de 1850, informa de la presencia del mineral dorado en las costas del Yuruari: No es una fábula o una ficción de la existencia de una Nueva California en esta provincia. Las recientes noticias que se han recibido en estos días del cantón de Upata, acaban por fin de confirmar el descubrimiento de una opulenta mina de oro en el Yuruary, cerca del pueblo de Tupuquén. Tupuquén, situado sobre una meseta que se extiende hasta la orilla occidental del Yuruary, señorease sobre sabanas ricas en pastos con muchos rebaños. A menos de un kilómetro, atravesando el Yuruary está "la opulenta mina de oro". Es la mina de Caratal, nombre asociado a la Carata, una palmera de prodigiosa sombra en los techos de las churuatas. A este Caratal donde el oro brota en grano mezclado con greda y piedra de los barrancos aluvionales, los mineros o buscadores de fortuna preferían llamarlo Nueva Providencia. El cognomento ha debido ocurrírsele a Pedro Monasterios, que al parecer fue quien mayor importancia le dio a la mina y difundió la noticia aunque ya antes, en 1842 el brasilero Pedro Joaquín Ayres había hecho exploraciones con resultados satisfactorios en el llamado "Barranco de los Frailes", tenido como el primer venero de oro descubierto en Guayana y el cual marcó la ruta hacia el fabuloso filón de El Callao. Pedro Joaquín Ayres, no obstante su nacionalidad brasilera, era para entonces, Gobernador de Río Negro y director de la Reducción de Indígenas. En ese año de 1842 propuso al Gobierno la voladura de los raudales de Atures y Maipures, a fin de dejar expedita la vía del Orinoco, es decir, navegable todo el río desde Angostura hasta San Fernando de Atabapo, sin necesidad de descargar al llegar a cada uno de aquellos rápidos. Ayres terminó su gestión en 1845,derrocado y enjuiciado tras un levantamiento armado encabezado por su sucesor Francisco Pina.. Pedro Monasterios Soto, quien llamó poderosamente la atención sobre las ricas minas de Caratal, viene siendo el bisabuelo de Rafael Monasterios, pintor venezolano a quien el 24 de noviembre de 1989 la Galería de Arte Nacional y el Museo de Barquisimeto le celebraron los cien años de su natalicio con una exposición selectiva de sus obras . Pedro Monasterios, antes de internarse en la selva del Yuruary, había estado en Angostura como edecán del general José Laurencio Silva y, posiblemente entonces, lo picó el prurito del Dorado, pues tan pronto cesó la campaña libertadora que lo llevó hasta Guayaquil, regresó a Nueva Granada en 1830 donde adquirió conocimientos prácticos de mineralogía. Luego se vino a su natal Caracas, pasó a Barquisimeto y finalmente se trasladó a Guayana por la vía de San Fernando de Apure. Como lo haría casi un siglo después Lucas Fernández Peña hasta fundar y quedarse en Santa Elena de Uairén, Monasterios buscaba oro y lo encontró abundante en Caratal. Con dos peones que descubrió lo engañaban tragándose las pepitas, logró obtener en sólo un mes más de cincuenta onzas de oro en polvo y granos que parecían lentejas. Monasterios exhibió su producción a los vecinos del cantón de Upata desde donde se difundió la noticia a todos los rincones. Pero no quiso volver porque pasó mucha hambre y los peones lo engañaban. Regresó a Barquisimeto emocionado por su hazaña, porque más que una aventura resultaba una hazaña entonces internarse en la selva y emocionado también de haber convencido a los guayaneses de la existencia de ricas minas auríferas en el Sur que llevan siglo y medio explotándose y cada vez en cantidades superiores. El médico francés Luis Plassard, graduado en la Universidad de Lyon en 1836, prestaba servicios en la Colonia Tovar en 1847 cuando decidió radicarse en Angostura atraído por las posibilidades que le ofrecía la región para satisfacer no sólo su carrera de médico sino otras inquietudes. Tan pronto llegó se casó con la guayanesa Luisa Benvenuto, pero no tuvo hijos. Dictó un curso de cirugía y medicina en el Colegio Federal de Varones y se interesó por la cultura de los indios al igual que por los yacimientos auríferos de Caratal que exploró autorizado por el Gobernador José Tomás Machado, para verificar las noticias según las cuales se estaba ante una "Nueva California" que pudiera darle un vuelco a la economía de la región. Pero al parecer por unas declaraciones del Juez de la parroquia de Tupuquén, Andrés Hernández Morales, el informe de Plassard al Gobierno no daba muchas esperanzas. El Juez de Paz de la Parroquia de Tupuquén, Andrés Hernández Morales, quien había levantado un informe para el jefe político del cantón de Upata sobre los descubrimientos auríferos en Caratal o Nueva Providencia, fue desmentido públicamente y ridiculizado por el doctor Luis Plassard, médico que había sido comisionado por la Gobernación para explorar la geología del Yuruary. Sin embargo, el Juez de Paz presentó una serie de cartas que daban testimonio de la existencia de oro, como de su profusión y calidad no obstante los métodos rudimentarios que se utilizaban para la extracción. Presentó cartas de Vicente León, quien dijo haber hallado un pedazo de oro que pesaba 46 onzas; de Lino Acuña, quien encontró una barreta de oro de 5 pulgadas de largo y 2 y media de grueso que pesaba 24 onzas; de los Hermanos Silva, quienes obtuvieron granos de oro de 32 onzas; de Francisco Mendoza, quien durante cinco semanas de trabajo extrajo 80 onzas de oro de un barranco; de Concepción Campos, quien durante el lapso de ocho días de trabajo logró 5 libras de oro; de Manuel Antonio Zumeta, quien desde enero a septiembre obtuvo 17 y media libras de oro. Todo este precioso hallazgo aurífero ocurrió en 1857. Francisco Rojas y Michelena, comisionado por el Gobierno Nacional para hacer una exploración oficial del Orinoco, Casiquiare, Ríonegro y Amazonas, se hallaba en Ciudad Bolívar en 1857 y recibió instrucciones de levantar un Informe sobre los supuestos ricos yacimientos auríferos de Caratal. A bordo de un bongo y a favor de la corriente salió de la ciudad el 16 de septiembre de ese año con destino a Puerto de Tablas para desde allí proseguir por tierra y sobre lomo de mula hasta Caratal. El trayecto navegable lo cubrió en 15 horas. Puerto de Tablas, en la embocadura del Caroní, frente a la isla Fajardo, era punto alterno obligado para quienes viajan al interior. Por este atracadero se embarcaba el ganado, los frutos y se practicaba el contrabando. Había una buena posada y San Félix un poco distante del puerto era prácticamente un pueblo en ruinas a decir de Rojas y Michelena. Aquí se tomaban en alquiler las mulas al precio de 8 pesos cada una y al paso de dos días hasta el Cantón de Upata y de aquí al precio de dos pesos más y a paso de tres días hasta Tupuquén. Caratal era para el año 1857 unos cuantos ranchos entre los árboles. El oro se explotaba en barrancos en el propio lugar y se lavaba en la quebrada descendente del Salto Macupia. La forma de explotar el oro, bastante rudimentaria. La batea el instrumento principal y la greda se desmenuzaba con las manos. Era realmente un trabajo heroico y sacrificado. Sin duda que había mucho oro en el lugar y las evidencias muy tangibles. Y así como había oro escondido en las entrañas de la tierra casi inalcanzable con esa técnica tan primitiva de los años 1850, había en Tupuquén bosques de plantas preciosas y de gran utilidad en farmacia como la quina, la vainilla, la carapa, la copaiba, el copey, la hipecacuana, el cáustico bolombago que suple a la cantárida y la cruceta real. La población de Caratal crecía a medida que se difundía la noticia de la riqueza. Había venezolanos de varias provincias mezclados con antillanos. Para ese momento se contaban 32 negro trinitarios, tres ingleses, 3 franceses de las Antillas y 6 de Demerara. El informe de Michelena y Rojas fue muy favorable. Daba cuenta de lo cierto de los yacimientos y de sus ventajas para la economía. Sólo observaba como contrario las fiebres terciarias, la falta de autoridad y lo primitivo de la técnica de explotación. Importantemente curioso resultaba para él cómo el río Caroní divide "perfectamente esta parte de Guayana en dos terrenos geológicamente distintos: la parte oriental, aurífera; y la occidental, ferruginosa y notablemente volcánica, en donde encontró, a una cuarta de legua del camino que conduce de Araciama, masas enormes de hierro, ya en estado puro, ya vulcanizadas en formas de lava". Tres años después, en 1860, Florentino Grillet, quien había sido Presidente del Estado (1841-1842), fundó la "Compañía del Yuruary" con un capital de 50 mil pesos para explotar una mina llamada Cicapara, en la costa del Yuruary que luego se extendió hasta Caratal. A partir de allí un sinnúmero de empresas se legalizaron para explotar los ricos yacimientos por lo que en 1875 la Asamblea Legislativa se vio impelida a legislar sobre la materia dictando un Código Minero, más para estimular la explotación y cobrar el impuesto que para ejercer un control de regulación estricto. Para 1857 todavía no existía El Callao como pueblo propiamente sino Tupuquén o San Félix de Tupuquén como lo llamaron desde 1770 los misioneros capuchinos establecidos allí. El 16 de noviembre de 1860 la Legislatura le cambió el nombre por Nueva Providencia. Sobre el origen del nombre El Callao hay varias versiones: una según la cual el pueblo perdurable se levantó sobre un terreno guijarroso o de canto rodado (Canto rodado significa Callao de acuerdo con el diccionario de la lengua). Otra versión la asocia con un minero que egoísta y "callao" extraía oro del lugar hasta que lo descubrieron y una tercera que se vincula con El Callao peruano fundado en 1537, asaltado por el pirata Drake en 1578 para apoderarse de sus tesoros y bombardeado en 1866 por la escuadra española, precisamente cuando la región del Yuruary era cañoneada por la usura y los buscadores de fortuna desde todas partes de Venezuela y el extranjero. El Callao ha predominado hasta nuestros días y la compañía minera más importante del siglo pasado (6 de febrero de 1878) se llamó Compañía Minera El Callao fundada por la firma Juan Bautista Dalla Costa e hijos y presidida por don Antonio Liccioni bajo cuya presidencia llegó a convertirse en la más rica del mundo. En 1885 produjo 8 millones 195 mil 500 gramos de oro. Su actividad se extendió hasta 1897 cuando se declaró en quiebra. La Compañía Minera de El Callao llegó a embarcar por los animados puertos de Ciudad Bolívar hacia el exterior, un promedio de 8 mil onzas de oro mensual, siendo los meses de agosto y diciembre los de mayor auge (11 mil onzas). En abril y mayo de 1878 debido al atraco al "Correo del Oro" en el que murió su conductor el norteamericano Frank Bush, la exportación cayó asombrosamente a menos de la mitad. Para la época no se conocía el Bolívar. Nuestro signo monetario era el Venezolano. El Franco y la Libra esterlina, las divisas extranjeras con la cual se comerciaba el oro. No se conocía otro tipo de transporte que el fluvial a través de barcos de vela o de vapor y el terrestre utilizando burros, caballos, mulos y carromatos tirados por yuntas de bueyes a través de las trillas de los capuchinos y expedicionarios del oro. Las trillas fueron sustituidas por los caminos en tiempos del gobernador Juan Bautista Dalla Costa, gracias a la preocupación de don Pedro Cova, líder político radicado en Upata, benefactor del pueblo y quien hizo fortuna en las minas de Nueva Providencia. Upata, capital del Departamento territorial que iba desde Puerto de Tablas hasta Nueva Providencia, era la madre de las trillas que don Pedro Cova quería suplantar por verdaderos caminos, pues de ellos iba a depender en mucho el progreso socioeconómico de la región. De manera que aprovechó la llegada de un hombre civilista y progresista como Juan Bautista Dalla Costa a la presidencia del Estado y le planteó la necesidad de emprender cuanto antes la construcción de caminos. El Gobierno fue receptivo y con su venia. Cova estableció una compañía, en sociedad con Tomás Gutiérrez y Sandalio Alcalá, que trazó y construyó los primeros caminos desde San Félix a Nueva Providencia. Luego soñarán con un camino de hierro para ferrocarril del cual hubo innumerables y nunca ejecutados proyectos. III-LA RUTA DEL ORO 1867 Ciudad Bolívar Puerto de Tablas Upata Guasipati Nueva Providencia La ruta para llegar hasta la región del oro empezaba en Ciudad Bolívar, capital y centro urbano por excelencia y concluía en Nueva Providencia pasando previamente por Puerto de Tablas, Upata y Guasipati. Cómo era esa ruta, los lugares hitos en el trayecto, su gente, el comercio, costumbres y la misma miseria del oro, lo describe Carl Geldner, un alemán que tratando de encontrar en Venezuela nuevos horizontes para su vida, estuvo en Ciudad Bolívar, Puerto de Tablas, Upata, Guasipati y Nueva Provincia. Tenía Carl Geldner 24 años de edad cuando arribó a Venezuela a fines de enero de 1865 con ganas de estar, de disfrutar la tierra nueva y hacer algo productivo. Arribó con buen pie, pues no tardó en conseguir trabajo en una casa mercantil del puerto de La Guaira, pero en 1857 ésta quebró y el joven tendió la mira hacia Guayana de donde venían noticias sobre importantes hallazgos del metal dorado. Invitó a su hermano Max que se hallaba en Estados Unidos y juntos emprendieron la aventura más cara y difícil de su vida y de la cuál dejaron un testimonio que bien puede servir hoy para tener una visión de la realidad de Guayana decenios de años atrás. La Guayana del Dorado, la Guayana del Oro, seguía viva en la memoria del europeo deseoso de hacer fortuna como Carl y Max picados por ese prurito que en enero de 1865 los abordo en las soleadas playas de la Guaira, donde echaron las bases económicas de su aventura que por escaso margen no le costó a ambos la vida tras padecer un vía crucis de enfermedades. Su primer contratiempo ocurrió en la puerta de entrada en la Guayana venezolana cuando el barco a bordo del cual viajaban, encalló cerca del caño Macareo y allí permanecieron días a pesar del esfuerzo de la tripulación y los pasajeros por hacerlo desplazar con toda clase de maniobras hacia el canal principal del Orinoco. Al fin, subió la marea y lo lograron, apaciguando el esfuerzo con la emoción del paisaje y la vista pintoresca de pueblos como Barrancas, Guayana la Vieja, Puerto de Tablas y finalmente Angostura, ciudad de escala obligatoria, pues la meta de los forasteros consistía en poder llegar a una ciudad de mucho oro que ostentaba el nombre de Nueva Providencia. Guayana la vieja, vigilada por dos castillos, era un caserío prácticamente abandonado y deprimido, pagando las consecuencias del pasado hostigamiento. Puerto de Tablas, sobre una colina pelada, donde parte del pasaje debió transbordarse, eran unas treinta casas de barro, techadas con hojas de palmeras, formando dos callejuelas. Este miserable poblado, nada menos que la puerta del famoso Dorado, deprimió seriamente a los viajeros, más cuando llegaron malas noticias del estado de las minas y cómo los mineros la estaban abandonando a causa de la fiebre. Los tropiezos no se quedaron allí sino que a escasas millas de Ciudad Bolívar, la máquina de vapor, propulsoras del barco, comenzó a fallar por falta de carbón. Hubo entonces que tirar el ancla y pernoctar en medio del río hasta el día siguiente que pudieron arrimarse a la orilla para ir en busca de leña. Logrado de este modo el combustible, reanudaron la navegación hasta ver brillar bajo el sol ardiente la antigua Angostura, la cual le llamó la atención por su atractiva situación sobre una colina rocosa que gana altura suavemente desde la planicie como por sus bonitas casas, dotadas de terrazas. Narra Carl Geldner en su libro bilingüe (alemán – español) Anotaciones de un viaje por Venezuela, editado por la Asociación Cultural Humboldt, con prólogo de Miguel Angel Burelli Rivas, que Ciudad Bolívar, para entonces carecía de hoteles. Tan sólo una casa de alojamiento regentada por un alemán de nombre August, pero estaba completamente ocupada por lo que tubo que valerse de una carta de recomendación para los señores Blohm, Krohn & Cia donde había trabajado en La Guaira. El Gerente del negocio los recibió amablemente y les brindó alojamiento confortable. En Angostura imperaba las costumbre de que los empleados de un comercio vivían en la casas de su superior y también eran alimentados por él, estableciéndose de esta manera una relación más estrecha con el negocio y la familia. El mismo día Carl pudo observar el colorido movimiento en la orilla del Orinoco. Las lavanderas hablando y riendo, paradas en el agua hasta las pantorrillas y paleando la ropa contra las rocas para sacarle el sucio. Balandras, lanchas y grandes botes de 40 a 50 toneladas cubriendo las rutas Apure y Barinas, transportando algodón, café, cacao, ron, papelón, pieles de ciervos y tabaco así como la ruta del Alto Orinoco con productos como bálsamo de copaiba, aceite de carapa habas de Tonka, chinchorros, totumas, cestas y casabe. El alemán queda impresionado de los indios que llegan a la orilla del río a canjear sus productos por herramientas agrícolas, fusiles, pólvora y plomo. Los llama camaradas silenciosos, dotados de un gran impulso nómada, gente que nunca abandona sus severidad estoica y jamás brinda una sonrisa, menos una risa. Observa también su nivel de inteligencia que considera superior al hombre de la raza negra y con una gran capacidad de adaptación al mundo civilizado. Los deslumbran las galerías porticadas del paseo Orinoco, sus columnas, balcones y celosías, donde transcurre la gran actividad comercial y una comunidad muy abigarrada de damas de mucho colorido vendiendo frutas, arepas, tortillas de coco y otras especialidades muy apetecidas por los trabajadores del río. Al fin llega el día de partir hacia las minas. Carl y Max embarcan en un vapor, con cuatro burros comprados en Soledad, cargados de herramientas y alimentos. Navegan sobre cubierta junto con otros representantes del reino animal, entre cajas, barriles, sillas de carga y en medio de ese abigarramiento de seres y de cosas fondean en Puerto de Tablas ya avanzada la noche. El desembarque fue sumamente angustioso. Los marineros tenían que echarse los pasajeros al hombro en una noche oscura sin iluminación, sin nada parecido a una lámpara y bajo amenaza de lluvia, con el equipaje arrojado en la orilla en un desorden indescriptible. A bordo venían otros once burros de un grupo de franceses, españoles y generales para un total de quince y todos fueron empujados al agua desde la borda para que instintivamente llegaran a la orilla al encuentro de sus amos. Carl y Max no podían identificar, para asegurarlos, aquellos rucios llegados en tropel. Les era sumamente difícil en una noche tan oscura como aquella. Al fin, por descarte, lograron a duras penas frenar el descarrío de los orejas largas, pero cincharlos, asegurarles las sillas y cargarlos fue toda una empresa desesperante, más porque los asnos no estaban domesticados y luego porque sus dueños carecían de experiencia. Al final tuvieron que pagar a dos sonrientes y pícaros observadores para que los sacaran del apuro y poder vencer las 50 leguas que distancian a Puerto de Tablas de Nueva Providencia por una vía que más que camino era como una trocha, pues para entonces en Guayana no había caminos y nada se hacía para construirlos, menos se conocían puentes y las quebradas, ríos y riachuelos se vadeaban con el agua a la cintura o embarcados en curiaras. Carl, en su libro de gran formato y 364 páginas (50 mil bolívares), dice que después de haber caminado largo rato desde que partieron, esperaban ver en cualquier momento al pueblo de San Félix, el cual figuraba en sus mapas de viajeros, pero éste no se veía por ninguna parte. Más tarde supieron que esa población había sido destruida por completo durante la guerra de independencia y jamás fue reconstruida. El viaje resultaba para ellos sumamente penoso, posiblemente más para los españoles de la caravana, uno tuerto con faja negra sobre el ojo ciego y a la cintura un sable largo de la época de la conquista, y con una pata de palo el otro, cojeando a su lado con sus pertenencias envueltas en un pañuelo que colgaba de su diestra. El oro es un señuelo tan poderoso que no detiene ni a los inválidos. Al fin de tanto andar a la velocidad de un caracol, llegaron a dormir en una choza plagada de murciélagos que terminaron malogrando a unos de sus animales de carga. Después de pernoctar y con un burro menos, continuaron el viaje por el bosque umbroso y agradable alternado con inmensas sábanas de pasto y alimentándose a fuerza de arroz, jamón y café como postre, bajo la molestia constante de los mosquitos, zancudos y tábanos, descansando tras jornadas de dos y cinco horas en chozas solitarias. O en algún paraje o escenario boscoso dominado por helechos y bambúes, plantas trepadoras y árboles asombrosos como la copaiba, el sasafrán y la carapa de cuyas semillas los nativos extraían un aceite para detener la caída y hacer crecer el cabello. Al fin llegaron a Upata, a la que encontraron simpática, placentera y con un clima agradable y saludable. Ciudad de pequeñas casas, consistentes, y sólo con un piso bajo, techo de tejas y palmas por todas partes que le daban un aspecto atractivo aunque todas las calles las veían desiertas, animadas sólo por algunas reatas con destino a las minas. Al Libertador, con estatua en la plaza mayor, lo llamaban el Washington venezolano. En Upata permanecieron dos días, al cabo de los cuales reanudaron su viaje a Caratal o Nueva Providencia. Hora y media después estaban en Laguna Larga, un hato de 12 millas cuadradas del Señor Lezama, a quien compararon con un patriarca del Nuevo Testamento, pues tenía la estampa de un viejo venerable, padre de quince hijos vigorosos y ocho hijas, de las cuales sólo estaban tres que sobresalían por su belleza. “Negros ojos fulgurantes, suave pelo negro con rizos que en abundancia caían sobre sus maravillosas nucas, graciosas, elegantes movimientos y cuerpos perfectos”. Una de sus hijas se casó con el alemán Carlos Gruber, dueño para entonces del Pilar, uno de los hatos más importantes de Guayana. El primero de agosto (1867) reanudaron la marcha, acompañados de un perro que a modo de souvenir les regaló uno de los Lezama. Le pusieron el nombre de Hans e iba siempre al lado del único burro porque los otros tres se habían quedado en el camino. Para aligerar el paso, las botas las sustituyeron por las criollas alpargatas que de todas maneras resultaban incómodas para atravesar pantanos, ríos y quebradas. La temperatura solar la soportaban con la ayuda de sombreros de jipijapa y en las horas de descanso el café los estimulaba. El único alimento fresco venía de los loros verdes que cazaban con una escopeta de pólvora y perdigones. Tras dos días de camino llegaron a Guasipati, un pueblo algo más pequeño que Upata, pero que demostraba más vida y prosperidad debido a la proximidad de las minas. Como todas las viejas misiones, era de construcción cuadrangular, con una larga plaza y en una esquina la iglesia al lado de un monasterio. Casas aisladas con techos voladizos habitadas por negros y mestizos. Los mineros atacados por la fiebre venían a Guasipati en procura de cura, pero dilapidaban su dinero en las mesas de juego. Observan a la iglesia como la construcción más interesante, construida enteramente con rolas de madera, sin un solo clavo. A falta de órgano, la música sacra se ejecutaba por medio de dos flautas, guitarra y una vieja gaita, no había ninguna clase de asiento por lo que los fieles atendían de pies los oficio religiosos. No les gustó el ambiente de Guasipati pues estaba muy penetrado de jugadores y otros males . La abandonaron y se fueron al encuentro de la Ciudad Dorada La Ciudad Dorada era Nueva Providencia y su mina por excelencia El Callao, un terreno de cantos rodados sobre el cual se alzaban sin orden ni concierto unas chozas miserables con una población de mil almas, en su mayoría negros trinitarios mezclados con españoles, franceses procedentes de Cayetana, culíes y algunos alemanes. Más allá estaba Caratal, conformado por unas cien casas techadas con palma de carata donde se hallaba centrado el comercio. Había orden en las construcciones y las calles estaban empedradas con cuarzo. Los mineros habían descubierto que en el suelo había oro y querían voltear el poblado, pero las autoridades se opusieron enérgicamente. Nuestra Señora de las Nieves era la patrona de Caratal, realidad inexplicable para los forasteros que sólo experimentaban el encendido calor tropical, rotundo aguacero y un infierno de tábanos y mosquitos. El cura cobraba 50 pesos por cada funeral y eso ocurrió cuando murió de hidropesía el comerciante y ganadero Zenón Fajardo, amigo de los hermanos Teodoro y Eduardo Meinhard, propietarios de una tienda y quienes lo acogieron con amistad y benevolencia. Parte de la herencia de Zenón, se dilapidó en una salvaje borrachera, baile y comilona de sus presuntos amigos que pasaron la noche en el Velorio, no así a la hora del sepelio donde no había más de cuatro personas. En Santa Clara los hermanos Carl y Max acusaron y comenzaron a explotar un barranco al tiempo que ayudaban a los Meinhard en el negocio de víveres y mercancía seca; pero aquel barranco resultó un fiasco por lo que pronto lo abandonaron, sobremanera por los gastos que implicaba mantenerlo y por los males que hicieron presa de su salud; niguas, disentería, sabañones, dolores reumáticos y fiebre intermitente que trataban de aplacar con jugo de naranjas agrias, ipecacuana y esencias de cuaca (planta trepadora). Y no solamente eran ellos los enfermos sino casi toda la población hasta el punto de que Caratal parecía un hospital. Fueron numerosos los que murieron y los cadáveres los cosían en sus propias hamacas y así los sepultaban. Todos los planes y proyectos de los hermanos Carl y Max se derrumbaron al ser dominados por el ambiente hostil, de suerte que decidieron regresar. Primero lo hizo Max el 4 de septiembre y luego Carl, tras escapar de un conato de incendio que amenazó con destruir la tienda de los Meinhard. Los dos se manifestaron agradecidos por haber podido escapar más o menos intactos. A muchos de los que llegaron junto con ellos y tras ellos, atraídos por el brillo dorado, las minas le depararon la ruina y quienes tuvieron éxito, muy pocos por cierto, fue a costa de su salud. De la visita de estos dos forasteros a punto, como tantos miles, de ser devorados por la selva y mortalmente cegados por el brillo del oro, sólo quedó el testimonio escrito y gráfico de su paso por estas tierras cuya historia por retazos va siendo rescatada de los abismos de la memoria. IV-LA CIUDAD DORADA El Callao Compañía Minera de El Callao El Correo del Oro Iglesia y Patrona El Callao EL CALLAO, como pueblo, data de 1864 y se halla enclavado en las antiguas tierras de la Misión de San Félix de Tupuquén, la cual empezó a fundarse en 1770, destacando entre sus fundadores, Fray Leopoldo de Barna, quien para 1799 dio a conocer una población de 567 habitantes, predominantemente indígenas. Dentro del territorio misional discurría la quebrada de Caratal, donde los indios encontraban a flor de tierra, pepitas de oro que entregaban a los misioneros. Pero la existencia de oro rodado o de aluvión de esa quebrada providencial de Caratal no transcendió fuera de aquellos contornos, sino cuarenta años después cuando por la zona estuvo explorando el brasilero Pedro Joaquín Ayres y luego en 1850, el barquisimetano Pedro Monasterio Soto, quien antes había estado en Guayana acompañando como edecán al general José Laurencio Silva cuando vino a apaciguar a los angostureños tras el atentado que arrebató la vida al general Tomás de Heres. Caratal para 1857 era unos cuantos ranchos entre los árboles, habitados por mineros que iban a lavar la tierra aluvional de los barrancos al Salto Macupia. Para entonces sólo explotaban el oro de Caratal 32 negros trinitarios, tres ingleses, 3 franceses de las Antillas y 6 de Demerara, mezclados con venezolanos de varias provincias. Es a partir de 1860 cuando a las autoridades y empresarios de Angostura se les prende el bombillo y comienzan a tener interés por el suceso dorado de Caratal de la Misión de Tupuquén. Florentino Grillet, quien a la sazón era Presidente del Estado Bolívar (también lo había sido entre 1841 y 1842), envió una avanzada de exploradores a la Misiones de Tupuquén y la Divina Pastora y ésta encontró oro en Cicapra, lo cual le dio base para organizar la explotación bajo la firma de Compañía del Yuruari, con capital de 50 mil pesos. Quedaron abiertos así dos frentes: el de Cicapra y el de Caratal que siguiendo las costas del Yuruari dieron lugar a numerosas empresas que fueron a converger en las grandes vetas de Nueva Providencia, entre ellas, Caratal, Potosí, Chile, Eureka, Chocó y el famoso filón de El Callao que dio origen y cuerpo permanente a lo que es hoy el municipio El Callao. De manera que para 1864, el pueblo de El Callao no existía como tal sino un filón de oro denominado así y otras minas alrededor de las cuales se conformó el pueblo de Nueva Providencia con sede en Caratal. El Callao, en todo caso, aparecía como un multiplicado campamento de ranchos o viviendas improvisadas. Nueva Providencia para 1864, en cambio, figuraba como un distrito, al igual que Pastora, Tupuquén, Tumeremo, Miamo y Guasipati, dentro de la jurisdicción del Departamento Upata del Estado Soberano de Guayana. El nombre El Callao no figuraba en la Ley de división político territorial del Estado; sin embargo, a lo largo de los años se impondrá por la misma fuerza socio – económica de la mina. El 26 de abril de 1869, Juan Bautista Dalla – Costa (hijo), Presidente del Estado Soberano de Guayana, dotó de ejidos al Distrito Nueva Providencia, apoyado en una Ley del Congreso de la República del 28 de marzo de 1853. Entonces le concedió cuatro leguas cuadradas de ejidos, tomando como centro las “Cuatro Esquinas” del pueblo de Nueva Providencia o Caratal. Al cabo de seis años de explotación sostenida del filón a través de barrancos, El Callao tomó forma de caserío y fue entonces (1870) cuando comerciantes bolivarenses que sostenían con préstamos, útiles y víveres la explotación, deciden organizarse para comprar los barrancos y explotarlos a través de una gran empresa aurífera. Surge entonces la Compañía Minera de El Callao. La Compañía Minera de El Callao La Compañía Minera de El Callao surgió inicialmente formada por 32 accionistas, los cuales aportaron un capital de 120.000,00 bolívares que fue aumentando en años posteriores por necesidad de la mecanización de la explotación y consolidación de las concesiones, las cuales llegaron a sumar 3.253 hectáreas. La explotación aurífera en forma organizada y en gran escala llevó a la Asamblea Legislativa a legislar sobre la materia dictando en 1875 un Código Minero, tanto para estimular la explotación como para que el Estado recibiera por ello un beneficio impositivo. A tres años de este primer Código Minero (6 de febrero de 1878) se reconstituye y legaliza con nuevo capital, la Compañía Minera de El Callao, bajo la presidencia del corso don Antonio Liccioni. Durante su administración las minas de El Callao alcanzan una producción asombrosa que las colocan como las más ricas del mundo llegando al tope de 8 mil 200 kilogramos en 1885. La abundante producción aurífera hizo posible un conglomerado poblacional muy heterogéneo y atrajo a buscadores de fortuna de todas partes, entre ellos, ingleses, franceses, norteamericanos y canadienses que invirtieron en empresas cuya vida marcaban la importancia y cuantía de las vetas que explotaban. Unas corrían con mejor suerte que otras. Se dependía mucho de vestigios y azares toda vez que no se trabajaba sobre reservas técnicamente cuantificadas y cualificadas. Por esa circunstancia colapsó en 1897 la Compañía Minera El Callao, la cual llegó a embarcar por los puertos de Ciudad Bolívar un promedio mensual de 8 mil onzas de oro. Los meses de agosto y diciembre resultaban generalmente los de mayor auge (11 mil onzas). En 1886 comenzó a bajar la producción de manera progresiva hasta 1897 cuando la Compañía se declaró en quiebra. Para la época no se conocía el Bolívar. Nuestro signo monetario era El Venezolano, el Franco y la Libra esterlina las divisas extranjeras con las cuales se comerciaba el oro. No se conocía otro tipo de transporte que el fluvial a través de barcos de vela o de vapor y el terrestre utilizando burros, caballos, mulos y carromatos tirados por yuntas de bueyes, de manera que la producción aurífera proveniente del filón de El Callao y de otras minas satélites, la transportaba a Ciudad Bolívar dispuestas en barras en el llamado Correo del Oro a lomo de mulas. Guayana, región para entonces con un índice delictivo muy bajo, ofrecía margen de seguridad confiable para que los caudales de las empresas explotadoras de las minas de oro, se desplazaran de El Callao a Ciudad Bolívar sin los temores y las medidas extremas que se toman en la actualidad cuando el delito crece sin freno ni medida. El Correo del Oro El encargado de tal operación era un norteamericano de nombre Frank Busch, de 45 años, hombre espigado, sanote, de complexión fuerte, que utilizaba en su diligencia cuatro mulas y dos peones. El Correo salía puntualmente el día 20 de cada mes de El Callao a Ciudad Bolívar. El retorno se cumplía el día 6 del mes siguiente con el dinero acuñado para el pago de los obreros y trabajadores de las minas. Eran tan malos los caminos y tan lento el medio de transporte que tardaba dieciséis días. El extranjero del “Correo del Oro”, siempre había sido puntual en su jornada y exacto en la cuenta de sus operaciones hasta el 6 de abril de 1878 cuando de regreso con el dinero acuñado, en horas del alba y tras haber pernoctado en una posada de Carichapo, fue emboscado, muerto por la espalda y despojado de las mulas con su preciosa carga. Hombres armados, disparados sobre caballos, sacaron sus lanzas contra Bush que pasitrote cabalgaba sobre su mula tarareando una vieja melodía del Oeste. El tropel de los caballos y el brillo amenazante de las lanzas pusieron en fuga a los dos peones del Correo mientras Bush aflojaba las riendas de su cabalgadura y caía mortalmente herido sobre el camino de Rancho de Tejas. Allí, sangrante y con los ojos abismados, quedó por largas horas el forastero, mientras que sus asesinos se perdían entre la maraña de la montaña por los senderos de La Pastora. Isidro Fernández, uno de los hombres ricos del Yuruary era el Prefecto del Departamento Roscio y no quiso proceder a tomar medidas policiales en el caso sin antes ponerse de acuerdo con el Presidente de la Compañía Minera afectada, don Antonio Liccioni, quien decidió asumir la responsabilidad de rescatar el dinero robado, capturar los ladrones y entregarlos a los jueces naturales. Al efecto, designó una Comisión de personas residentes en El Callao que por sus títulos y condiciones las creyó capaces de esclarecer el asalto y capturar a los ladrones. Fueron ellas: el General Pedro Antonio Díaz, caraqueño; General Manuel de Jesús Contreras, guariqueño; General Cecilio Briceño, barinés; General Celestino Peraza, guariqueño; General Juan Pío Rebolledo; Leoncio Peña, Guillermo Odremán y Juan Crisóstomo Fernández. La Comisión auxiliada por vaquianos y los mismos peones de mister Bush, siguieron los rastros de los asaltantes hasta el caserío de La Pastora, a la margen izquierda del Yuruari, y allí logró las pistas que la condujo hasta los cómplices y autores del crimen. La comisión, por confesión de Marcos López, atemorizado por la forma como había caído muerto su amigo y compañero Alejos Farreras, cómplice del hecho, indició y capturó como responsables a Miguel Rodríguez (35 años, natural de Cachipo, vaquiano de caminos); Francisco Millán (40 años, de Cachipo, conductor de fletes entre San Félix y El Callao); Calixto Puertas (mulato, agricultor, natural de Aragua de Barcelona) y como autor intelectual responsabilizó al hacendado Gaspar Hernández, una de las personas acomodadas de Guasipati y quien hasta entonces se tenía como digno señor de la comunidad. El dinero consistente en cincuenta mil pesos contenidos en cuatro bolsones de suela con abrazaderas de cobre y una caja con cinco mil pesos en monedas de plata, fue recuperado junto con las cuatro mulas que amarradas llevaban nueve días de hambre y sed en Potrerito, muy cerca de la Pastora. Ninguno de los implicados en el asalto fue juzgado por tribunales ordinarios competentes y murieron aparentemente en situación de fuga. El hacendado Gaspar Hernández, dueño de una de las mejores casas de Guasipati, estuvo largo tiempo escondido en un cuarto de doble paredes en su hato. Posteriormente, con la ayuda del novio de una de sus hijas que terminó en el suicidio, se exilió en Trinidad, de donde fue deportado y puesto a la orden de los Tribunales de Ciudad Bolívar, pero al poco tiempo se aprovechó de una escaramuza antigubernamental y volvió a ser prófugo y siendo prófugo por los caminos de la selva, encontró la muerte. Los miembros de la Comisión que identificó, capturó y virtualmente ajustició a los culpables, fueron premiados con el empleo de Frank Bush por la Junta Directiva de la Compañía Minera de El Callao. Celestino Peraza, intelectual, político, militar, marino y minero, como ya lo observamos, formó parte de la Comisión que participó en el esclarecimiento del asalto al Correo del Oro, y ello animó a escribir Los Piratas de la sabana prologado por Pedro Sotillo y publicado por sus herederos después de su muerte ocurrida en Villa de Cura el 30 de noviembre de 1930, invalidado por la ceguera. Celestino Peraza, nacido en Chaguáramos en 1850, murió a la edad de ochenta años y en este libro de varias ediciones, donde figura con el nombre de R. A. Peza, ofrece estos pasajes sobre el asalto al Correo del Oro. “Antes del amanecer estaban ya sobre sus caballos, listos para maniobrar. Puerta y Millán, con sus lanzas enastadas; Miguel Rodríguez, con su sable ceñido a la cintura y don Gaspar armado de revólver; todos enmascarados con pañuelos de Madrás, agujereados en la parte que estaba en contacto con los ojos. Millán y Puerta iban de frente, apareados, y les seguía Miguel Rodríguez. Cuando apenas faltaban veinte metros para salir del bosque les hizo Bush un segundo disparo, pero instantes después le alcanzó Puerta con su lanza, la cual, por haberse enredado por el asta en las charnelas del caballo de Millán, desvió el certero golpe, penetrando sólo cuatro pulgadas en la cadera de Bush. Mas Millán estaba allí y completó en un instante la obra comenzada, sacando a Bush de la silla con lanzazo que le atravesó las entrañas. Cayó Bush precisamente al salir de la montaña, salida que es allí abrupta, casi violenta; y sus peones, que en efecto habían detenido su marcha en una altura próxima, al oír las detonaciones, cuando le vieron caer y divisaron aquellos enmascarados armados de lanzas, corrieron desolados a otro montecillo próximo, dando alaridos espantosos y dejando en poder de los asesinos mulas y dinero”. El asalto al Correo del Oro se repitió 39 años después cuando Tomás Antonio Bello y Feliciano Muñoz transportaban varias barras para las Casas Blohm y Casalta. El asalto lo perpetró individualmente Osmundo Pastor Ortega, quien dio muerte a Bello y a Muñoz con un rifle Winchester, enterró el oro al pie de un árbol y después emprendió la fuga cruzando a nado el río Caura. Fue apresado por una comisión y sentenciado a veinte años de prisión que sufrió en Puerto Cabello. Pero aprovechó la coyuntura de la muerte del dictador Juan Vicente Gómez para no cumplir la totalidad de la condena. En 1975 falleció en Caracas dejando una libreta de apuntes en manos de un periodista en la que se pinta como un personaje que más que victimario fue víctima de la mala justicia. En 1917 fue urdido otro plan para asaltar al Correo del Oro, conducido entonces por José María Rizo hijo, pero la Jefatura Civil de San Félix lo debeló y capturó a todos los comprometidos. El plan preveía incluso someter a las autoridades civiles de San Félix y Barrancas. Pero la policía alertada detuvo a Jesús María Molina, cabecilla de la banda; Luis Vallés, Miguel Cotúa y Francisco Miquilena cuando se disponían a zarpar desde las bocas de San Rafael de Barrancas. Otro robo bien sonado antes de la mitad del presente siglo, específicamente el diez de mayo de 1943, fue el perpetrado por dos miembros de la propia escolta, a la remesa de 40.094,05 pesos que la Aduana de Ciudad Bolívar giraba al Tesoro General de la República, vía Barcelona, utilizando diez bestias de carga alquiladas al Presbítero Pedro Ayala, en Soledad. El Teniente de caballería Pedro González, segundo comandante de la guardia Nacional de Policía de la provincia y el sargento Pedro Mariches, de la guarnición, con una escolta de seis cazadores del Resguardo de la Aduana, formaban la escolta de los caudales. En el pueblo de Chamariapa, donde hicieron alto tres días, conspiraron el Teniente y el Sargento, robándose parte de los caudales que custodiaban. Denunciados el 19 ante el Juez de Paz de la parroquia, fueron perseguidos y tras un encuentro fue muerto el Comandante González, se aprehendió al sargento Mariches y se recuperó el dinero robado. La Iglesia y la Patrona La Iglesia de El Callao, bajo el patronazgo de la virgen Nuestra Señora del Carmen, fue fundada por el padre capuchino Maximino de Castrillo, quien igualmente fundó el templo de El Palmar y ofició como párroco de Tucupita. Llegó a Venezuela junto con los otros sacerdotes capuchinos Nicolás de Carmenes y Fray Gabino de San Román en 1931 a restaurar las Misiones del Caroni que en principio tuvo a Upata como sede provisional del Vicariato. Cuando El Callao pasó a ser parte del Distrito Roscio, la Iglesia de El Callao era asistida por el párroco Domingo Montiel, fundador de la iglesia de Guasipati, terminada de construir por el gobernador Eudoro Sánchez Lanz (1953 – 1959). La Iglesia de el Callao tiene un aire arquitectónico de la catedral de Notre Dame, debido a la influencia corsa francesa establecida en ese distrito minero cuya vertiente mayor fue su fundador don Antonio Liccioni. Fiesta patronal De manera que la fecha más importante de la comunidad minera de El Callao, es el 16 de julio, festividades religiosas de su patrona, Santa María del Monte Carmelo, referida comúnmente como Virgen del Carmen o Nuestra Señora del Carmen, una de las diversas advocaciones de la Virgen María. Esta patrona de El Callao es también patrona del mar en España y Costa Rica. Reina y Patrona de Chile y de sus fuerzas Armadas; patrona de la Policía y Conductores colombianos, Patrona de Bolivia y del Perú y en nuestro país patrona de la Fuerza Armada. Y ¿por qué la Virgen de los escapularios y no Santa Bárbara se sublimó como la patrona de los mineros de El Callao? Seguramente porque un 16 de Julio de 1829 fue hallada una rica mina de oro yacente bajo piedras rodadas que mineros activos de Caratal y Tupuquén llamaban “callao”. Y esto, como especie de sortilegio, adquirió pábulo cuando el 16 de julio de 1888 estallo en Ciudad Bolívar la fábrica de dinamita que surtía a las compañías que han hecho más de 50 túneles que pasan por debajo de este pueblo. Entonces el Vicario capitular doctor Juan Francisco Avis, sugirió como patrona de el Callao a la Virgen del Carmen, lo cual se concretó en 1931 cuando el fraile Maximino de Castrillo fundó definitivamente la Iglesia que hoy está de fiesta al ritmo del tam-tam de los tambores. Los Túneles Unos cincuenta túneles o ga¬lerías abiertas durante años a fuerza de ploga, barra y dina¬mita, pasan sin cruzarse por debajo de este pueblo minero de El Callao. Algunas galerías subterráneas bastante profundas comunican a un poblado con otro y tienen longitudes superiores a 5 Kms. como es el caso del túnel que co-munica a El Callao con El Perú. Pero las 4 mil almas que vi¬ven en este valle circundado de colinas preñadas de vegetación y al lado de un rio —El Yurua¬ri---, atravesado por un largo y angosto puente de hierro, no le temen o sienten aprensión por estos largos vacíos subterráneos. Las galerías se sostienen con pilares hechos de la misma roca subterránea y pocos durmientes porque el subsuelo es suficien¬temente consistente, según nos dijo José Enrique Rojas, un minero de 39 años nacido en este pueblo. Las profundas y largas gale¬rías han causado hundimientos de la superficie en algunas zo¬nas de El Callao y también algu¬nas casas se han desplomado y otras presentan resquebraja¬mientos. En la zona de Colombia se construyó un pozo circu¬lar de 4 metros de diámetro y unos 500 metros de profundidad a través del cual se abren siete galerías más para seguir las ricas vetas auríferas cubi¬cadas en 3 millones de tonela¬das y ubicadas en una extensión de 50 hectáreas, en Caratal, al Sur de El Callao, según nos co¬mentó en el curso de una con-versación el geólogo José Gon¬zález Conde, funcionario del Mi¬nisterio de Minas. El primer nivel del pozo comienza a los 1750 metros de pro¬fundidad y une las minas de Mocúpia con las de Sosa Méndez. Las otras galerías distancian en profundidad 50 metros una de otra. En tiempo de fuertes invierno y desbordamiento del Yuruari algunas galerías se han inunda¬do en forma peligrosa. Se re¬cuerda que la News Goldsfield of Venezuela que contaba con un personal de mil empleados y obreros, llegó a paralizar sus ac¬tividades por inundación de una de sus minas. El por qué de las estructuras livianas de las casas de El Ca¬llao tiene su explicación en este submundo de cavernas. tenebrosas, con poco oxigeno y mucho polvillo causante de la silicosis del mi¬nero. Con buen aguardiente y música al compás del bumg bag los negros de El Callao suelen olvidar la dureza y penalidades de las cavernas. Para ellos no es una experiencia nueva la apertura de siete galerías más.. Los dos viejos molinos utiliza¬dos para el aislamiento y ob¬tención del oro, fueron reparados por el Ministerio de Minas Y. en¬traron a tratar bajo el pro¬ceso de trituración y cianuro 600 toneladas diarias de mi¬neral para un promedio estima¬do entre 4 y 5 kilogramos de oro. Los molinos trabajan por cuen¬ta del Sindicato de Patronos Mi¬neros que cuenta con 45 supli¬dores y da empleo a unos 200 obreros. Debido a su desgaste los mo¬linos sólo rindieron la mi¬tad de su capacidad original hasta 1973 cuando entró la empresa Minerven a explotar las reservas de 3 millo¬nes de toneladas auríferas cu¬bicadas por el Ministerio. Desde la disolución de la em¬presa MOCCA, el Sindicato de Patronos Mineros venía produ¬ciendo al año unos 600 kilogramos de oro que no alcanzan para abastecer siquiera el 10 por ciento de la demanda nacional que es de unas 8 toneladas métricas al año. Con el remiendo y puesta en marcha los dos molinos se dio trabajo a unos cien obreros más y normalizó la producción que acusaba un descenso de más de 15 por ciento. La creencia general es que cada una de las colinas que circundan al pueblo está preñada de oro y que a El Callao quedan todavía muchos años vida minera. La explotación se inició en Caratal y Tupuquen 1829, época en la que dos o tres hombres, en sólo una samana sacaban hasta 80 onzas de oro. Desde entonces, numerosas empresas nacionales y extra jeras han pasado por allí a explotar el oro, como la Venezuela Austin Co., la Callao Bis, Bolívar Hill, Compañía Minera Nacional Anónima, Nueva Panamá Hansa, Unión, Winchester, Chacó, Tigre, Compañía Goldsfied of Venezuela considerada como la empresa más poderosa y organizada y que operó hasta 1945; la Guayana Mines Limitad que llegó a emplear hasta mil personas y finalmente la MOCCA que terminó sus días acusando pérdidas por más de 20 millones de bolívares cubiertos con subsidios del Estado. Hubo épocas en que El Callao llegó a producir hasta mil kilogramos de oro como en 1885, por ejemplo, épocas de esplendor para el pueblo que le brindaba a Venezuela el orgullo de aparecer entre los países importantes que producían oro en el mundo. En la actualidad, con 600 kilogramos al año es difícil que aparezca, menos cuando existes países como África del Sur que producen hasta 30 millones de onzas Troy al año. El Callao pudiera ser una verdadera Ciudad del Oro tanto en los aspectos físicos, social, como económico, pero no un pueblo menos como muchos pueblos petroleros que no supieron sembrar a tiempo sus riquezas. Afortunadamente el Callao todavía cuenta con un resto de su riqueza no explotada y si ha podido aprender la lección de estos años, seguro que empezará ya a sembrar su oro para no perecer junto con el oro mismo el día en que bajo el poblado no queden sino inmensas galerías vacías y oscuras. V-LAS PINCIPALES COMPAÑÍAS DEL ORO 1. The New Goldfield 2. Mocupia 3. Guayana Mines 4. Mocca 5. Venorca 6. Minerven 7. Expansión Internacional 8. Leyes y Códigos mineros 9. Terrenos auríferos de Guzmán Blanco 10. Orfebrería INFORME del Sr. Adrien Braly, ingeniero civil de las minas - sobre las Minas de oro del New Callao Gold Mining Company, Limited. Importancia del ÁMBITO MINERO. El ámbito minero de El Callao, es constituido por cuatro propietarios mineros englobando cada una más "EL Callao" "Colombia", Unión" y "Nueva Hansa, abarcan una superficie global de 4.763 hectáreas, descompuestas del siguiente modo:" EL Callao, 3253 hectáreas; Colombia, 665; Unión, 574 y Nueva Hansa, 271 hectáreas. Estas propiedades rodea en parte la ciudad de El Callao (Venezuela). SITUACIÓN GEOGRAFICA CLIMA REGIONAL La ciudad de El Callao está a 200 kilómetros al sur del Orinoco, territorio venezolano generalmente llamado "Guayana Venezolana" Administrativamente ella forma parte de la Sección del Yuruary, distrito Roscio, Estado Bolívar, Venezuela. La cabeza administrativa depende de Guasipati, chalet situada al Norte, 20 kilómetros de El Callao. ¿Entre el Orinoco y El Callao, lo conecta del suelo poco accidente con pequeñas colinas y de amplios planas. De San Félix sobre el Orinoco (altitud 20 metros) se alcanza, al Cuello de Upata, altitud máxima de 325 metros, para volver a bajar a continuación a El Callao (altitud 160 madres). En general, las colinas y los huecos desaparecen bajo la floresta tropical. y de amplias y bonitas sabanas. El clima de la región de El Callao es el clima tropical modelo, pero bajo la influencia bienhechora de las sabanas. Existe una temporada seca de enero a mayo-Junio y una temporada de lluvia de junio a octubre con pequeña temporada seca en Noviembre y una corta temporada de lluvia en Diciembre. Es muy soportable, y se puede garantizar fácilmente de las fiebres peligrosas de otra parte, tomando algunas precauciones elementales. VÍAS COMUNICACIÓN - TRANSPORTES Y SU COSTE – ADUANA -Del Orinoco a El Callao - La ciudad de El Callao (2.500 habitantes) se comunica con Orinoco por una carretera de tierra de 200 kilómetros aproximadamente. Esta carretera va de San Félix - Las Tablas, pueblo situado a la orilla derecha de Orinoco, pues se la dirige hacia el sur, cruzando los valles de Upata (2000 habitantes) y Guasipati (1800 habitantes aproximadamente). Sobre esta carretera, circulan inmediatamente asnos y mulas de carga, carros de dos ruedas atraídos por tres o cuatro mulas, y furgones que tienen cuatro rutas -llamadas vagones en la región - los cuales son remolcadas por una docena de pares de bueyes. Los carros transportan una carga de 550 a 700 kilos, según las temporadas; los vagones de 2.000 a 2.500 kilogramos. Entre las villas precitadas, se encuentran sobre la carretera casas más o menos importantes, puntos de arrieros de los carreteros, o se lo puede instalar su hamaca y encontrar algunas provisiones. Se encontrará, en la hoja anexa al informe, algunas características de la carretera: nombres de las estaciones principales, altitudes, distancias, todos datos resultantes de nuestras observaciones en el camino. Como nos lo dice el procedimiento, la carretera de San Félix a EL Callao cruza una sucesión de sabanas en general arenosas, una vegetación arborescente y cubierta por arbustos tropicales. Al darnos una idea de la geología regional, nos indicaron la razón de este cambio. La ruta es generalmente buena extendida en sabanas, y no presenta inconvenientes salvo los suelos constituidos por arena movediza. Trazada sin estudio técnico, ella presenta en algunos puntos cuestas excesivas, de poco largo; sin mantenimiento por decirlo así, se corta frecuentemente de marismas entorpecida por enormes bloques redondeados de cuarzo o roca, y los accesos de puentes hace que cruzada de algunos cursos secos se presenten grandes dificultades durante la temporada de las lluvias. El único río importante a cruzar es el Yuruari que se encuentra antes de llegar a EL Callao. Este río que tiene crecidas importantes, puede cruzarse solamente durante las bajas aguas; en el momento de las crecidas, se cruza a bordo de chalanas de hierro. Según la temporada, el tonelaje en el transporte de carga de San Félix a EL Callao varía sensiblemente. De una manera general, consideramos buena la organización del transporte, desde San Félix, donde se acumulan provisionalmente los productos de primera necesidad para las minas. El precio de transporte de una tonelada de San Félix a EL Callao varia, según la temporada y está entre 260 y 400 francos como máximo. A este precio hay que agregar los gastos que deben hinchar las mercancías en San Félix, gastos de camionaje, de depósito de reexpedición que son de 1 franco los 69 kilos y 14 francos 50 alrededor por tonelada. Dado que el puerto requiere de mantenimiento se debe pagar los gastos suplementarios para el desembarque y el camionaje de las partes importantes, diremos terminando que l él ponemos de cuatro tenemos cinco días para ir de San Félix a El Callao. De SAN FÉLIX A BOLÍVAR. - Las mercancías que no pueden ser enviadas directamente a San Félix, deben pues ser expedidas de Europa o de América a Ciudad Bolívar, capital del Estado, también sobre el Orinoco que está a 100 kilómetros de San Félix. Por este puerto, están despachando a San Félix en los barcos de la Compañía Fluvial y Costera. La carga es alrededor de 30 francos por tonelada. CIUDAD BOLÍVAR –En esta ciudad, las mercancías procedentes de Europa o de América, son pechadas. Ellas deben soportar el porte que asciende alrededor de 40 francos por tonelada. DE EUROPA A CIUDAD BOLÍVAR. - Las mercancías pueden y deben ser despachadas directamente de Europa a Ciudad Bolívar, afín de evitar la aplicación de los "Derechos Antillanos”. Esto es realizable fácilmente, las compañías de navegación europeas aceptan la carga para Puerto España, la, capital de Trinidad, ciudad que sirve al mismo tiempo de puerto de base de los vapores de la Compañía Fluvial y Costera de Venezuela, que garantiza el transporte de los pasajeros y mercancías entre esta ciudad y Ciudad Bolívar. DURACIÓN del VIAJE de EUROPA a EL CALLAO, - Ante la imposibilidad de encontrar directamente puesto de embarque en San Félix, dada la obligación para los pasajeros de pasar por la Aduana de Ciudad Bolívar, teniendo cuenta que es excepcional que el departamento del barco del Orinoco corresponda con la llegada de miles a Puerto España, que se puede inmovilizar algunos días en Ciudad Bolívar antes de poder volver a bajar a San Félix, se debe contar que el viaje de Europa a EL Callao puede tardar alrededor de 25 días. Para las mercancías, es necesario contar de dos a tres meses. De la POBLACIÓN REGIONAL.- Entre eL Orinoco y EL Callao, la clase comercial se reparte entre las ciudades de San Félix, Upata, EL Callao, Caratal, se compone de extranjeros, principalmente Corsos, que tienen una situación preponderante en el país. Los pequeños oficios, el pequeño comercio, los transportes, están entre las manos de los venezolanos los cuales se ocupan al mismo tiempo de los propietarios y de la ganadería, En cuanto a los obreros mineros, son en su gran mayoría reclutados entre los negros de las Antillas y los fijos tienen sus familias en El Callao mismo o en los alrededores: de Caratal. Los precios actuales de la mano de obra en la región de El Callao, son como los precios de los principales suministros. GEOLOGÍA REGIONAL De una manera general, el sótano de la región entre el Orinoco y El Callao está constituido por gneis granitoide y Mica negra abundante, alternada con Dioritas y diabasas. A partir de San Félix, se cruza con acceso hasta Corosito, una sabana cuyo sótano está constituido por un interesante asentamiento de gneis del JUSQUA Upata las colinas en fragmentos están constituidas de la diorita. En los alrededores de Upata y hasta el llano de la Florida las cumbres de las colinas están coronadas por bancos de cuarcitas más o menos ferruginosos y en los barrancos o lados de los valles pudimos constatar puntualmente un granito rojo con poca carga en mica. El, los gneis hacen de nuevo su aparición al mismo tiempo que la sabana, luego entre Los Carutos y Los Capores aparece una serie de pequeñas colinas constituidas por diabasis verdes con facetas esquistosas. De nuevo con la sabana, reaparecen los gneis granitoides que hacen definitivamente lugar entre Guasipati y EL Callao, potente macizo de diabasis que constituye el bajo suelo y la roca de los yacimientos auríferos de la región. Como vamos indicando, el gneis es la roca de sol de las sabanas, y su desagregación da nacimiento a la arena que cubre el suelo. Las regiones enmaderadas, al contrario. dependen de un bajo suelo constituido por dioritas o diabasis, a menudo piríticas por presencia de la pirita y produce un terreno superficial ferruginosos sobre el cual se desliza rápidamente el taladro tropical YACIMIENTOS de ROCA QUE INGRIESAN. - SUS TRANSFORMACIONES de los DISTINTOS NODES de YACIMIENTO de oro como l.avons procede en general, la roca ingresando yacimientos EL Callao son una diabasis de color verde él vert-noir, más o menos pirítica, de apariencia granulosa compacto o esquistoso. PROPIETARIOS DE EL CALLAO Estos propietarios tienen además de la mina de EL Callao, las minas Remington, Iguana, Nadal, etc. LA VIEJA MINA DE EL CALLAO La vieja mina de EL Callao, cuyo nombre permanecerá en la historia de las minas y sociedades, es uno de los más bonitos asuntos mineros del mundo. Comenzada con un capital de 240.000 francos, solamente, produjo 140.000.000 de francos de oro, lo que permitió de distribuir 50.000.000 de dividendos durante un período de 27 años. En el único año se distribuyen 1886 millones de dividendos fueron distribuidos. Es ella que hizo la reputación de la región. Desde hace muchos años, se derrumban y son ahogados los trabajos. Vamos a indicar en pocas palabras, lo que era este famoso yacimiento. El yacimiento El Callao vecino al límite occidental de la misma villa; presenta un afloramiento curvo que avanza en forma de arco de circo hasta la parte oriental N. S. prolongación occidental hasta los 45º. Este yacimiento se halla inexplorado a 220 metros de profundidad. Según algunos, se divide y desgasta en dos ramas divergentes entre el cuáles se tendría y constata la existencia de una especie de vetas de cuarzo; otros afirman que a esta profundidad, el cuarzo es inútil y se ramifica en una multitud de pequeñas redes dispersadas en 10 metros del piso que tienen cuarcita En la parte central del yacimiento, en lo que se podría llamar la vaguada de este lavabo, está la famosa columna rica que hizo la fortuna de EL Callao. Esta columna consistía en una zona amplia de 200 a 250 metros y de 320 metros de longitud según el peritaje. Vino a perderse o ramificarse a 205 metros de profundidad. Su potencial varía de 0 metros 60 tiene 2 metros, alcanzando excepcionalmente 9 metros. El contenido medio del cuarzo proveniente de esta columna rica era de 4 onzas (120 gramos) que podían alcanzar 8 y 10 onzas. El cuarzo del relleno era un cuarzo graso, blanco, poco pirítico, en el cual ahora bien había vuelto a salir irregularmente, presentándose a veces en forma de oro fino u oro grande, mostrando la masa o formando el relleno de pequeñas grietas irregulares. La parte Septentrional del yacimiento aurífero reconocida por los trabajos, pero poco empujada debido a la vecindad del río Yuruari. Se temían las inundaciones. La parte Meridional, trabajada por la Compañía El Callao bis no tendría reparto de resultados apreciables. De 1870 a 1894, 700.000 toneladas de cuarzo extraídas de esta mina estuvieron en el molino de la Compañía y produjeron 43.000 kilogramos de oro. Se ha buscado y determinado si el yacimiento de EL Callao no se estuviera incluido en los Occidentales, y un sondeo en esta región tendría fragmentos de 111 metros de profundidad, un veinte de cuarzo de 1 metro de potencia y de un contenido de 7 gramos 1/2 la tonelada. Después de haber estudiado los yacimientos de la región, tendemos a pensar que el yacimiento de EL Callao de forma lenticular como los otros yacimientos, tienden a dividirse y desgastarse a fondo en una roca que no era otra que la diabasa que ingresaba transformándose y que se ha convertido en sílice y blanchatre como lo tenemos constatado en algunas regiones de la Remington En consecuencia, el aumento Occidental se volvería muy problemático, pero nada de interés pensar que en esta región no hay una lenteja independiente, ya que, como lo diremos más lejos, no se hizo nada como investigaciones racionales en las propiedades, dadas las dificultades que estas investigaciones superficiales presentan, y es por casualidad que la mayoría de los yacimientos fueron descubiertos. MINA REMINGTON Esta mina está en aproximadamente 1.100 metros, a vuelo de pájaro, al Este del molino. Dirigida N. 50 E, con buzamiento de 75. Norte, su afloramiento era visible sobre alrededor de 250 metros. Depile por distinto no permanece ya tiene el lugar de la afloración que una serie de excavaciones inaccesibles. En 1872, esta mina la trabajó una Compañía americana hasta la profundidad de 28 metros. El molino de 20 pilones instalados por esta Compañía trató todo el mineral extraído subvención él tiene retira, tiene la tonelada, 2 onzas 1/2 (75 gramos) de oro amalgamado. La Remignton fue trabajada después por la Compañía de EL Callao, de 1892 a 1896. Según un documento sobre los resultados de esta explotación, el mineral extraído era una mezcla con cuarzo procedente de otras minas. La mina fue arrendada en 1903; se la rehabilitó después y se prosiguieron los trabajos preparatorios justo en 1906, época en que se comenzó a triturar. Los resultados de la trituración proseguida durante meses acusan el rendimiento de 1 onza 1/2 la tonelada, incluida la cianuración. En 1907, tras el pleito Tomasi, la mina fue paralizada, pero el secuestro autorizó el depilage de lo que permanecía de mineral entre la superficie y el nivel N. 1 ORFEBRERÍA Del 17 al 20 de mayo transcurrió la exposición de las orfebrerías en El Callao con el propósito de superar el flujo económico que se vivió en el año 1999, cuando las ventas estuvieron rondando los 1.000 millones de bolívares. Orfebres y joyeros pusieron a disposición de los residentes y visitantes una tonelada de oro transformada artesanal y artísticamente en piezas de uso y adorno a buenos precios dentro de un marco de actividades culturales y folklóricas emparentados con los carnavales. El presidente de la Asociación de Orfebres de El Callao, Manzur Gómez, informó sobre la participación de 60 talleres y 700 orfebres que distribuyen sus joyas a las 100 joyerías que hay en el municipio del oro. El precio del gramo de oro se ubicaba entonces en 5 mil 500 bolívares, pero en la feria bajó hasta los 4 mil 800 bolívares, buscando quizá duplicar la venta que se logró en 1999 e impulsar la actividad económica en el municipio. El Callao tiene la fortuna de manufacturar con arte y finura una mínima parte del oro que los mineros tradicionales y también las tecnificadas empresas auríferas extraen de las entrañas de la tierra a través de un laberinto de túneles hechos contra la roca ígnea a fuerza de barras y dinamitas. Siguiendo el ejemplo de El Callao, la Escuela de Geociencias del Núcleo Bolívar de la UDO quiso hacer lo mismo con el diamante que los mineros extraen de las cuencas de algunos ríos de Guayana como el Caroní, Urimán y el Guaniamo. En el Callao también fue creada una Escuela de Orfebrería que se inició con veinte alumnos. Recordamos que las tijeras que utilizó el presidente Raúl Leoni para cortar la cinta inaugural del Puente Angostura sobre el Orinoco fueron hechas de oro cochano por un orfebre de El Callao. Los metales que constituyen los objetos de orfebrería propiamente dichos son eminentemente de la plata y oro o una mezcla de ambos. No es un arte moderno. Se conoce desde mucho antes de la invención del alfabeto y en importantes museos europeos es posible apreciar utensilios muy variados como vasijas, piezas de adorno, joyas, monedas y estatuas siguiendo el estilo, la ornamentación y el gusto propios de la época y de la nación que los elaboraba. Las técnicas empleadas en el trabajo del oro fueron muy sencillas al inicio. El martillado en frío proporcionaba láminas e hilos que podían adoptar formas diferentes. Posteriormente, pero aún en una época temprana, se utilizaron el calentado y la fusión. Los avances técnicos supusieron una diversificación de las formas. El habilidoso como difícil y sensible arte de la orfebrería y de la misma joyería, podemos decir que comienza con la fusión del material en bruto generalmente a una temperatura de 1.063 grados con el fin de eliminar impurezas. Luego viene el martillado y batido para obtener láminas o lingotes. Son muchas las técnicas que hay que saber manejar en el arte de la orfebrería como el vaciado a la cera perdida. El repujado que se fundamenta en la realización de motivos con un cincel de punta roma para evitar que se corte la lámina; el puntillado que es una técnica decorativa que se realiza con un cincel desde el reverso de la pieza, obteniendo motivos a base de puntos en relieve por el anverso; la decoración incisa; el estampado que consiste en presionar a golpe de martillo con un punzón metálico sobre el reverso de una lámina; en el extremo del punzón se halla el dibujo que se quiere reproducir en relieve; el Filigrana que es un esquema decorativo diseñado mediante hilos que se sueldan a una lámina de base. VI--TERRITORIO FEDERAL YURUARY Nueva Erin Gobernadores Proyecto Ferroviario Venancio Pulgar Carlos Charles Fitzgerald La figura del Territorio Federal aparece por primera vez en la Constitución de 1858 y fue concebida para separar de las provincias ciertas porciones con el fin de regirlas por leyes especiales conforme a su particularidad natural o conveniencia nacional. De acuerdo con ese criterio fueron creados en 1881 varios Territorios Federales, entre ellos, el Yuruari, casualmente, al cual desde 1819 los ingleses pretendían ponerle la mano. El territorio Federal Yuruari fue creado por decreto del Presidente de la República, general Antonio Guzmán Blanco, a objeto de que el Ejecutivo Federal pudiese tener un control directo sobre las fronteras con la Guayana Inglesa y sobre la explotación de los yacimientos auríferos de la cuenca del río Cuyuní que nace en la Sierra de Lema y tras recorrido de 280 kilómetros por tierras venezolanas se interna en el Esequibo. El decreto de creación data del 3 de septiembre de 1881, año en que el incremento de la producción aurífera de El Callao iba sostenidamente en aumento hasta alcanzar en 1885 más de 8 toneladas y lo cual estimulaba desbordantemente la geofagia inglesa que se había inventado la Línea Schomburgk para avanzar hasta setenta kilómetros de Tumeremo. La figura del Territorio Federal, aún cuando quedó tácita en la Constitución de 1858, no se materializó sino en 1864 con la creación de los Territorios Federales Amazonas y la Goajira y en 1874 con la creación del Territorio Insular Colón. Por lo tanto no era nada nueva en Venezuela, pero sí nueva y traumática para el Estado de Guayana que se veía desmembrado de todo ese territorio que va desde las márgenes derechas del Caroní y Bajo Orinoco hasta el Esequibo en una extensión de 78.700 km.² y que para ese año acusaba una población de 17.600 habitantes repartidos entre Capapuy, El Callao, El Palmar, Gurí, Miamo, Nueva Providencia, Pastora, Puerto de Tablas, Santo Tomás de Guayana, Tumeremo, Upata y, Guasipati, donde residía la Capital. Eran tierras de las antiguas Misiones capuchinas, abandonadas en 1817 y a las cuales desde 1819 que hicieron una solicitud ante el Congreso de Angostura, los ingleses querían ponerle la mano para fundar una colonia con el nombre de Nueva Erin que se empatara con la Guayana Inglesa que ellos habían comprado a los holandeses en 1814 por 3 millones de libras esterlinas. El territorio Federal del Yuruari comenzó a tener vigencia en septiembre de 1881 dentro del contexto de la llamada Constitución Suiza que dividía a Venezuela en nueve grandes Estados, incluyendo al Distrito Federal: Estado de Oriente, constituido por Barcelona, Cumaná y Maturín; Estado Guzmán Blanco, que comprendía a las regiones de Apure, Aragua, Guárico y Nueva Esparta; Estado Carabobo, compuesto por Carabobo y Nirgua; Estado Norte – Sur de Occidente, formado por Barquisimeto y Yaracuy; Estado Los Andes, formado por Mérida, Trujillo y Táchira; Estado Bolívar, constituido por Guayana y Apure; Estado Zulia, y Estado Falcón. Cada una de las partes integrantes de estas entidades tomó el nombre de Sección. Además de estos Estados se crearon ocho Territorios Federales que con excepción de la Goajira y Colón, correspondían a la antigua Provincia de Guayana (Amazonas, capital Maroa; Alto Orinoco, capital San Fernando; Armisticio, capital Palmarito; Caura, capital Moitaco; Delta, capital Tucupita y Yuruari, capital Guasipati). El Territorio Federal Yuruari, incluyendo la zona del Esequibo, tenía una superficie de 78.700 km.² y una población de 17.640 habitantes. Para 1886 la población había aumentado a 19.852 h. a 20.196 en 1887. y en 1888 tenía 20.510 h. Guasipati contaba ese año con 3.046 h. y 600 casas. El Estado Bolívar, Sección Guayana, quedó reducido a lo que es hoy el Distrito Heres y su capital, Ciudad Bolívar, apenas tenía 12.500 habitantes. El primer gobernador del Yuruari fue el prócer de la Federación, general Santiago Rodil, quien murió a causa de cinco disparos, julio de 1901, en el propio territorio, víctima de agavillamiento. Años después, le sucedió el doctor Pedro Vicente Mijares, quien sería sustituido más tarde por Camilo Alfaro, hermano del prócer de la Guerra Federal, Matías Alfaro, quien falleció en Ciudad Bolívar tras ser Jefe de las milicias. Mijares, llegó a ser Ministro de Fomento de Andueza Palacios, Presidente contra el cual se rebeló el Yuruari en 1892, un año después de su extinción como Territorio Federal. Los habitantes del Estado Bolívar, ni los de la propia región yuruarense, estuvieron jamás de acuerdo con la separación y ello dio lugar a todo un movimiento que lideró la llamada Sociedad Liberal Democrática del Yuruari, al frente de la cual estaban el general José Manuel (El Mocho) Hernández, Miguel Parra Hernáiz y Ricardo Julián García. Esta Sociedad postulaba con ese fin la candidatura del Dr. Juan Pablo Rojas Paúl para Presidente de la República como sucesor de Guzmán Blanco. Rojas Paúl, al llegar al Poder, auspició una reforma constitucional para aumentar a 4 años el período presidencial, eliminar el Consejo Federal y los Territorios Federales, restablecer la Vicepresidencia y el sufragio universal y secreto. Mas, las Disposiciones Transitorias dejaban la posibilidad de su reelección, lo cual fue rechazado por la prensa obligando al diferimiento de la reforma. Tocó a su sucesor, doctor Raimundo Andueza Palacio, promulgar la reforma el 16 de abril de 1891, pero esa reforma no contempló la eliminación de los Territorios Federales; en cambio, legalizaba su continuación en el Poder. La reacción de los bolivarenses como del pueblo yurarense no se hizo esperar, por lo que el Congreso de la República dictó una Resolución el 31 de julio de 1891 reintegrando el Territorio al Estado Bolívar. Sin embargo, la oposición contra el continuismo de Andueza Palacio arreció hasta el punto de adherirse los yuarenses a la Revolución Legalista que llevó a Crespo al Poder e hizo posible, después de la Batalla de Orocopiche, el salto del general J. M. (El Mocho) Hernández, de la presidencia de la Sociedad Democrática del Yuruari a la Jefatura Civil y Militar del Estado Bolívar. El 11 de agosto de 1900, casi a los diez meses de haber llegado el general Cipriano Castro al Poder tras el derrocamiento del doctor Ignacio Andrade, dictó un decreto sobre la Organización de los Estados Federales y, conforme al mismo, 20 de agosto, el Presidente Provisional del Estado Bolívar, Gral. Lorenzo Guevara, dispuso que “Cada uno de los Distritos componentes de la nueva Entidad Federal, que son Heres, Piar, Roscio, Dalla – Costa, Sucre y Cedeño, con los Municipios cuyas denominaciones y límites determina la Ley de División Territorial vigente hasta el 15 de diciembre de 1895 en el extinguido Estado Bolívar, de que fue Sección Guayana, será regido por un Jefe Civil provisional, de libre elección y remoción del Poder Ejecutivo.” El artículo 7, Ordinal Primero de ese Decreto, disponía que los Consejos Municipales “serán de libre elección y remoción del Presidente provisional y las Juntas Comunales de libre elección y remoción de los Consejos.” Todos los Jefes Civiles provisionales de los Distritos cayeron en manos de los Generales: Justo Díaz, Heres; Ovidio Pérez Bustamante, Piar; Pablo Hernández Centeno, Dalla – Costa; Juan Rivas Gómez, Sucre y Ramón Barrios, Cedeño. El 14 de diciembre de 1900, volvió a tener vigencia el Territorio Federal Yuruari, pero sin la dimensión territorial que le otorgaba el Decreto guzmancista de 1881 y nuevamente el Estado Bolívar quedó separado o desembrado de una parte económica vital. En consecuencia, el Presidente Cipriano Castro designó para su gobierno al General Manuel Silva Medina. En la reforma de la Ley de División Territorial del Estado, diciembre de 1901, se deja establecido que “El Estado Bolívar, cuya capital es Ciudad Bolívar, se divide para su administración, en cuatro Distritos, que se denominarán Heres, capital Ciudad Bolívar; Cedeño, capital Caicara; Piar, capital Upata y Sucre, capital Moitaco, mientras se consigne la reincorporación de los Distritos que forman actualmente los Territorios Yuruari y Delta Amacuro, que han sido parte integrante del Estado”. Como se ve, Upata quedaba esta vez fuera de la jurisdicción yuruarense. Con la Constitución Nacional promulgada el 5 de agosto de 1909 por el Presidente de la República, Juan Vicente Gómez, que divide al país en 20 Estados, un Distrito Federal y dos Territorios Federales (Amazonas y Delta Amacuro), desapareció virtualmente aquella realidad político – territorial del Territorio Federal Yuruary que tanto preocupaba a los guayaneses. Decimos “virtualmente” porque subsistirán por algún tiempo estas dos divisiones que recoge la Constitución del Estado Bolívar de noviembre de 1909: La Sección Bolívar, capital Ciudad Bolívar, integrada por los distritos Heres, Sucre, Cedeño, y la Sección Yuruari, capital Guasipati, integrada por los distritos Roscio y Piar. Cada Sección administrada por un Gobernador de libre elección y remoción del Presidente del Estado. Como se ve, quedó eliminado el Distrito Dalla – Costa que antes de hacerse efectivo con la demarcación impuesta por el Laudo Arbitral de 1899, se extendía desde El Dorado hasta la margen izquierda del Esequibo. Pero Dalla – Costa permanecerá como municipio desde la cabecera de El Dorado, antiguamente denominado Comisaría del Cuyuní. El primer Gobernador de la Sección Bolívar fue el general José María Urbina y el general Juan Fernández Amparan, de la Sección Yuruari. Este status duró hasta el 18 de febrero de 1914, cuando el Presidente del Estado, General David Gimón, eliminó por decreto las Secciones Bolívar y Yuruari, por lo que el Estado Bolívar quedó dividido en distritos y municipios. Actualmente y desde que el Congreso de la República dictó la Ley Orgánica del Régimen Municipal – junio de 1989 – el Estado se divide en Municipios (cabecera de los antiguos distritos) y Parroquias (antiguos municipios foráneos integrados a los Distritos). Para 1881, cuando el Presidente de la República, Antonio Guzmán Blanco, la decretó Territorio Federal, la región del Yuruari había mejorado los caminos, pero, en general, las vías de comunicación y los medios de transporte utilizados en función de la explotación de las minas auríferas, continuaban siendo tortuosos, lentos, inseguros y pesados. Ante esta realidad surgió la idea del ferrocarril, acariciada por los productores mineros y de la cual se hizo entusiasta empresario el marabino General Venancio Pulgar, en 1880, cuando vino desde Caracas a sofocar en Guayana la sublevación del general José Pío Rebolledo. Dada su gran vinculación militar y política con Antonio Guzmán Blanco, Pulgar logró, al siguiente año, celebrar un contrato con el Gobierno, por el cual y durante un lapso de noventa y nueve años, se le concedía el derecho de explotar todas las minas metálicas o de cualquier otra naturaleza, exceptuando las minas de oro en explotación, descubiertas o por descubrir en el Estado de Guayana. Al mismo tiempo se comprometía a construir un ferrocarril entre un punto que fuese escogido por el empresario en la margen del Orinoco y que condujera a la región minera del Yuruari. A tal efecto, con la ayuda de su hermano José Francisco Pulgar, estableció en Londres una Compañía a fin de proveerse en los mercados europeos de capitales interesados en este tipo de concesión o, en todo caso, venderla o traspasarla, pero en vista de que venció el plazo de arranque para poner en práctica el proyecto base de la concesión, pidió una renovación que le fue aprobada en agosto de 1883. Venancio Pulgar, siempre enrevesado en los avatares de la política que lo llevaron varias veces a la cárcel y al exilio, fracasó en su ambicioso proyecto al no encontrar respaldo económico foráneo; de todas maneras, el Presidente de la República, Antonio Guzmán Blanco, quien siempre tuvo interés manifiesto en las minas auríferas de Guayana, convenció para la empresa al ingeniero civil y de minas norteamericano, Cyrenius Charles Fitzgerald, quien había trabajado como gerente en la Compañía Explotadora Minera del Orinoco, primera en introducir maquinaria para el trabajo, tratamiento y explotación comercial del oro en el Yuruari. Fitzgerld igualmente había sido Gerente de la Compañía Minera de El Callao bajo la presidencia de don Antonio Liccioni y exhibía la reputación de haber logrado aumentar el rendimiento de la compañía hasta hacer de las minas de El Callao una de las primeras del mundo. Asimismo, figuraba como socio y promotor de la Alianza de Cicapra presidida por H. L. Boulton y traspasada luego a un Consorcio inglés. Pues bien, Fitzgerald asume el reto de construir el ferrocarril dentro del marco de una gran concesión territorial para la colonización y explotación de sus riquezas que abarca todo el extremo sudoriental de Venezuela, vale decir, desde el Delta del Orinoco hasta el Cuyuní, incluyendo parte de la zona en reclamación. El 9 de junio de 1884, Fitzgerald constituye en Nueva York la Compañía Manoa y nombra ingeniero residente de la flamante empresa a su hijo George Edward, quien descubre la mina de hierro de Imataca, convertida más tarde en la primera explotación comercial a gran escala del mineral de hierro en Venezuela, en tanto que el proyecto del ferrocarril se queda frío, no logra atraer capitales para su construcción y en 1886 la Concesión es revocada. Vencida la Concesión Fitzgerald, el Ministerio de Fomento y obras Públicas suscribe un contrato con los señores Teodoro Delort y Eugenio Ferminach (1885) para la construcción del tan anhelado Ferrocarril que ya parecía obra imposible. Surge otro intento, más directo y con mayor peso que lleva adelante el propio Guzmán Blanco cuando ya fuera de la Presidencia ejerce el cargo de enviado extraordinario y ministro plenipotenciario en las Cortes europeas. Entonces suscribe un contrato en Paris (1886) con la firma De La Hante y Compañía para construir un sistema ferroviario de dos líneas, Orinoco – Upata y Upata – Guasipati, debiendo empezar los trabajos en el lapso de cuatro meses. El contrato de explotación del uso del Ferrocarril por un tiempo de 99 años implicaba la inversión de 1.600.000 libras esterlinas con garantía para la empresa de un interés del 7 por ciento anual; pero, también, y no obstante prórroga por seis meses, resultó un fracaso. En ninguno de los convenios suscritos se precisó o mencionó a Ciudad Bolívar como uno de los dos extremo de la vía férrea, no obstante la presión incesante de los citadinos y poderes locales, y era que los concesionarios, como el Congreso Nacional, preferían Puerto de Tablas y el mismo Delta, no sólo porque lo contrario resultaría oneroso para la Nación, sino por estar la capital angostureña alejada del mar y en aguas fluviales poco profundas, lo cual encarecía el transporte y demoraba la comunicación con los centro financieros y comerciales del resto de Venezuela y el exterior. El Ferrocarril de Ciudad Bolívar al Yuruari, tal como lo solicitaba la Asamblea Legislativa del Estado Bolívar mediante acuerdo del 27 de enero de 1890, obviaba la utilización de Puerto de Tablas como tradicional punto intermedio y se acogía a una línea a través de las tierras de Guri. El triunfo de la Revolución Legalista que lleva a Joaquín Crespo al Poder beneficia a Ciudad Bolívar en cuanto al proyecto del Ferrocarril, tal vez como retribución al gran apoyo armado que con el Mocho Hernández y Domingo Sifontes recibió este movimiento que depuso al gobierno de Andueza Palacios. De manera que el 17 de abril de 1895, el Presidente Joaquín Crespo, autoriza la celebración de un contrato con el ciudadano Henrique Chaumer, para la construcción de un Ferrocarril, a partir de la margen derecha del Orinoco, de preferencia Ciudad Bolívar, hasta el Territorio Federal Yuruari, enlazando en sucesivas escalas a Guri, Cicapra y El Callao. Como los anteriores, este proyecto no tuvo éxito, se quedó en la mera aspiración y formulación contractual. De un nuevo contrato no se volvió a saber sino en junio de 1927 cuando el Congreso Nacional aprobó el suscrito entre el Ejecutivo Federal y el señor Edgar A. Wallis, súbdito inglés, en representación de la Venezuela Minin Syndicate Ltd. para la construcción y explotación durante 99 años, de un Ferrocarril entre el Estado Bolívar y Territorio Delta Amacuro, desde un punto cualquiera de la margen derecha del Orinoco, aguas abajo del Puerto de San Félix, hasta la región minera de El Callao, con derecho a prolongarlo hasta El Dorado, sobre el Cuyuní. Se sugería como punto de partida en el Orinoco, si fuese posible, un lugar accesible en toda época del año a buques trasatlántico para carga y pasajeros. El estudio para el trazado y construcción de la línea concluyó en 1929, según lo revela la revista, Venezuela of today, de Nueva York, en su edición octava, especificando que saldrá del puerto de Sacupana, a la margen de Río Grande, y cruzará la Sierra Imataca, pasando luego por El Palmar, El Miamo y El Callao, para terminar en el Alto Cuyuni. Paúl Acquatella, apoderado y representante de la empresa comprometida en construir el Ferrocarril del Orinoco, era uno de los principales impulsores junto con su socio en importantes concesiones mineras en El Callao, el ingeniero inglés Thomas Breakell, pero una vez más el proyecto resultó un fiasco. El único proyecto de Ferrocarril que tuvo éxito fue el que internamente, dentro del propio distrito minero, se propuso don Antonio Liccioni, Presidente de la Compàñía Minera de El Callao y Dominique Cagninacci, ingeniero francés, entonces Vicepresidente de la Compañía, ya cuando el filón aurífero de El Callao parecía perderse en lo más profundo de la cárcava de antiguos vestigios volcánicos y surgía como esperanza el filón denominado Colombia. El prodigioso filón de El Callao, aparecía y desaparecía jugando al vaivén de la Bolsa de Paris y Londres. Pues bien, en ese momento de incertidumbre a ambos directivos de la Compañía se le ocurrió la idea de unir con una vía férrea de diecisiete kilómetros todas las minas, tanto las particulares como la de diversas empresas constituidas, a fin de transportar los cuarzos de todas ellas al molino central de El Callao, integrado por sesenta pilones, para tratarlos allí y de esta manera abaratar los costos, pues, por lo general, la extracción y tratamiento de los cuarzos de estas minas era poco rentable debido a los costos que implicaba el disponer de molinos pequeños, de diez a veinte pilones. Contra viento y marea, don Antonio Liccioni, quien siempre trabajó como un empresario optimista y perseverante, construyó el ferrocarril ya casi al final de su liderazgo, entre 1892 y 1896, con tres locomotoras y cuarenta vagones y vagonetas. Como la construcción de un puente con línea férrea sobre el Yuruari era extremadamente oneroso, salvó su paso con chalanas de chapa de acero, las primeras llegadas y armadas en Guayana. Las carretas cargadas, tiradas por bueyes, único medio utilizado hasta entonces para transportar el cuarzo, eran llevadas hasta las chalanas y, una vez pasado el río, los carreros las hacían rodar hasta los vagones. VII- DEPORTE Y RECREACIÓN 1. El Callao cuna del Fútbol 2. Perfil de Miranda 3. Parque Juvenal Herrera El fútbol llegó primero a El Callao 16 de julio de 1876. Ingleses trabajadores de las ricas minas auríferas de Caratal (El Callao) jugaron un partido de fútbol que se cree es el primero de Guayana y Venezuela como también fueron ingleses e irlandeses quienes introdujeron en Angostura las carreras de caballo (29 de abril de 1819) y no extraña que sean británicos porque ambos deportes tienen su partida de nacimiento fechada en esa nación anglosajona. La inmigración de ingleses y corsos atraída por la fiebre del oro de la segunda mitad del siglo diecinueve, dio pábulo al primer juego de fútbol en El Callao del que nunca se supo el resultado de la alineación, sólo que el maestro galés William Simpson, había sido el promotor. Este legado nacional ha sido refrendado con una resolución de la Federación Nacional de Fútbol entregada al Alcalde del Municipio El Callao, Coromoto Lugo, por su directivo Laureano González en acto celebrado el 16 de julio de 2006, para celebrar los 130 años de la iniciación de este deporte en Venezuela. Siendo así, el Fútbol, deporte que hoy acapara la atención de todos los aficionados del mundo, apareció primero en Venezuela que en Brasil, titulado campeón mundial en cuatro ocasiones. A Ciudad Bolívar, el Fútbol llegó en 1921 con el Angostura Football Club. Este Club que contaba con treinta miembros, estaba presidido por Paúl Acquatella, acompañado en la Vicepresidencia por J. Phelan. Presidente Honorario: general Vicencio Pérez Soto, quien para entonces era el Presidente del Estado Bolívar. El domingo 27 de noviembre de ese año1921, a las 4:30 de la tarde y en los terrenos del Hipódromo del Jockey Club se dio en la ciudad el primer juego de football, entre los equipos Rojos, capitaneado por J. Phelan y Azules, capitaneado por P. Acquatella. El juego se decidió a favor de los Azules 1-0. Parque Juvenal Herrera El 17 de julio de 1974, los habitantes de El Callao, agradecidos de Juvenal Herrera, por su extraordinaria consecuencia con la patria chica, erigieron un Parque, cercado con vistosas piedras de cuarzo y lo bautizaron con su nombre. El Parque cuenta con una hilera de frondosos árboles y es lugar de recreación y recogimiento de grandes y chicos. Un bello gesto, un hermoso homenaje en vida a quien tendría irremisiblemente que morir como todos algún día que en su caso ocurrió al iniciarse el Carnaval de El Callao en febrero de 1991 del que nunca se perdía un solo día. Nació y murió en El Callao donde también quedó enterrado su ombligo, pero lo inhumaron en el Cementerio de los alemanes en Ciudad Bolívar porque su esposa Nora Wulf, quien fue Reina de la III Feria Agropecuaria, descendía de germanos. El sepelio estuvo encabezado por Leopoldo Sucre Figarella hasta que le vertieron la última palada de tierra porque los dos eran como uña y carne desde su época de estudiantes en el Fermín Toro de Caracas, ciudad donde se quedó haciendo vida de periodista y finalmente de publicista y, cineasta junto con Manuel de Pedro en su empresa de Cochano Film que ya tenía quince años rodando por Venezuela. Con Cochano Film, editó “El extranjero que danza”, “Trampas”, “Buscadores de diamantes”, “Caroní”, “Ritmos”, “Cruz Diez”, “El artes constructivo”, “Gómez y su época”, “La iniciación de un Chamán”, filmes con los cuales ganó ocho premios en 1987 en el Festival de Cine de Mérida. Pero la gran pasión de Juvenal fue El Callao y su inquietud porque el oro no tenga el destino de otras materias primas que se van de Venezuela cantando la canción del que no vuelve como alguna vez dijo Miguel Otero Silva refiriéndose al hierro de Guayana. Miguel Otero su amigo del alma y quien una vez le gastó su humor con seis cuartetos que comenzaban con esta estrofa: “Llegó de Etiqueta Negra / Montando en Caballo Blanco / con un ratón de Tres Filos / y de Chivas ataviado /. Juvenal Herrera (en la foto), fallecido durante los carnavales de El Callao, 10 de febrero de 1991, me regaló trece días antes de su muerte, el último libro de Arturo Uslar Pietri, “La visita en el tiempo” con la dedicatoria “Para Américo Fernández, el piache de Coche, con el afecto de Juvenal Herrera, Enero 1991”. No sé por qué siempre me imaginé fue éste un obsequio de despedida en la ocasión premonitoria de su viaje hacia la ultimidad, tanto por lo que le aconteció inmediatamente después como por el título sugerente del libro. Casualmente, también el autor de la obra murió en febrero y en tiempo de carnaval. “La visita en el tiempo” fue ganadora en 1990 del Premio Príncipe de Asturias que anualmente y desde 1981 entrega Su Alteza Real, en un solemne acto académico que se celebra en Oviedo, capital del Principado de Asturias para contribuir a la exaltación y promoción de cuantos valores científicos, culturales y humanísticos son patrimonio universal. Esta obra de Uslar Pietri es la historia novelada, de Don Juan de Austria, quien en una empresa casi sobrenatural derrota el invencible poderío turco en la batalla naval de Lepanto, donde, por cierto, resultó manco Cervantes, autor de Don Quijote de la Mancha, la obra más genial y vendida del mundo. La promesa de este libro me la hizo sentados los dos en la puerta de la Sastrería de su amigo Víctor Inojosa en la tradicional despedida del año. Fuimos los último en abandonar la recepción. Perfil de Miranda En 1966 se da a conocer y trasciende nacionalmente por no estar catalogado que un cuadro del inmortal Francisco de Miranda, pintado por el artista venezolano Arturo Michelena, se encontraba en la humilde sede de la Junta Comunal de El Callao. Desde hacía 72 años se hallaba allí esa obra y fue donada por una familia francesa agradecida del pueblo de la minería aurífera. En el lienzo, dentro de un lujoso marco, ángulo inferior derecho, la firma de: “Arturo Michelena – Caracas 1896”. Al principio, ninguna persona de la Junta Comunal supo informar de la procedencia de este lienzo del perfil de Miranda logrado por uno de los artistas famosos de Venezuela. Pero luego supimos de la existencia de Sebastián Enmanuelli Casanova, un francés septuagenario llegado a la tierra del oro a la edad de 21 años para trabajar en la Mocupia, compañía francesa que explotó importantes vetas auríferas hasta su agotamiento. Enmanuelli dijo sin titubeos que el cuadro de Miranda en poder de la Junta Comunal de El Callao “es un Michelena legítimo”. Pero subió de color cuando lo dijo porque recordó que el mismo estuvo perdido por un tiempo, en manos de un alto funcionario del gobierno perezjimenista que lo sacó de aquí “no sabemos con qué fin”. El cuadro volvió a su lugar después de la caída de la dictadura. A principios de siglo, los Casanova, agradecidos de la tierra venezolana, quisieron hacer una donación de algo espiritualmente valioso y, nada mejor que un cuadro del Generalísimo Francisco de Miranda, cuyo nombre figura en el Arco de Triunfo de Paris como héroe de la Revolución francesa. Juan Antonio y Pedro María Casanova, tío de Enmanuelli, fueron los donantes, instalados en El Callao, atraídos por el auge del oro en 1873. La donación de la obra la hicieron a las autoridades comunales en el curso de un banquete organizado al efecto. Costó diez mil bolívares, pagados a Michelena dos años antes de su muerte. El lienzo pictórico de El Callao configurando el perfil del generalísimo Francisco de Miranda, obra del pintor valenciano Arturo Michelena, parecía un secreto bien guardado. Diríamos que desde 1979 lo dio a conocer al mundo venezolano la restauradora caraqueña, Lourdes Tosta Zamora, una mujer blanca, delgada, de rasgos bien perfilados, que me tocó acompañar hasta El Callao en el carro del Presidente de la Asamblea Legislativa (David Natera) manejado por el popular “Chivo Negro”. Desde hacía 72 años se hallaba allí el cuadro colgando de uno de los muros internos de la Junta Comunal. Pero hasta 1979 pocos sabían en Guayana y Venezuela que se trataba de un Michelena; es más, no estaba nacionalmente catalogado. Fue Lourdes Tosta Zamora, técnico en restauración y conservación, quien prácticamente dio a conocer la obra como un auténtico Michelena. La pintura de Michelena requería una rápida intervención, de acuerdo con el examen técnico practicado, pero el pueblo de El Callao se opuso a que sacaran la obra fuera, debido a que le costó recuperarla cuando alguien que quería estar bien con el general Marcos Pérez Jiménez se la donó a nombre de la comunidad. Cuando cayó el dictador, el colega Juvenal Herrera y la Negra Isidora se movilizaron hasta Caracas y recuperaron el cuadro. Para la fecha, la obra estaba en la Junta Comunal, cubierta de polvo, con traumas mecánicos, alteraciones de tipo biológico y otros defectos derivados del trajín y la inclemencia del tiempo. El marco de una gran ebanistería, dorado con hojillas de oro, fondo poroso y hojas de laurel, también se veía afectado. VIII-PERSONAJES 1.-Don Antonio Liccioni 2.-La Negra Isidora 3. Clotilde de Bellings 4. Juvenal Herrera 5. George "Coco" Griffin 6.- La China Mannoni 7,-César Decán Díaz 8.-Jesús Coromoto Lugo 00 19 de junio de 1901. Se registra la muerte de don Antonio Liccioni y el Gobierno decreta duelo regional con las oficinas públicas cerradas durante dos días. Don Antonio Liccioni, vertiente mayor de la sangre corsa en Guayana se radicó defi¬nitivamente en ella en 1865 y demostró su vitalidad y empuje como ganadero y fun¬dador del gran pueblo aurífero de El Callao. Don Antonio Liccioni nació en el pueblo de Pino, Mar Tirreno, en 1817. Ya Córcega era francesa. La había vendido Génova, Virreinato de Inglaterra. Liccioni llegó a la América por Colombia, donde se casó con Natalia Beltrán. Fomentó un hato en Casanare y llegó a ser Prefecto de la provincia. Entre 1865 y 1870 llegó a Guayana con todo su ganado, invitado por Juan Bautista Dalla Costa, quien lo ganó para reorganizar y pre¬sidir la Compañía Minera de El Callao, donde realizó una labor em¬presarial trascendente. La Compañía Minera de El Callao llegó a producir hasta 8 tonela¬das de oro al año y le imprimió gran dinamismo a la actividad mer¬cantil bolivarense, sostenida hasta entonces por la ganadería y explo¬tación de subproductos de la selva como el caucho, la sarrapia, balata y las cortezas amargas de árboles medicinales. Pero Liccioni no vino expresamente en busca de El Dorado sino como hombre de hacienda que quería poner en práctica su expe¬riencia acumulada en el fomento ganadero de Casanare, pero por fortuna se encontró con el filón de El Callao que le permitió sin tener que dejar la ganadería, incursionar en el área minera como no antes ni después lo habían hecho otros sectores ligados a la explotación aurífera. De la unión de Antonio Liccioni con Natalia Beltrán nacieron siete hijos: Antonio, Cesar, Leopoldo, Julio, José Roberto, Natalia y Margari¬ta Liccioni Beltrán. La Negra Isidora En El Callao es de ritmo contagioso. Nadie se resiste. Cuando las danzas se desbordan y llega a su punto culmine, el trance es de locura de carnaval. Baila gente de todos los colores y edades, siguiendo ayer en cuerpo y alma y hoy solo en espíritu a la insigne y popular Negra Isidora. La Negra Isidora era alma y líder de El Callao, pueblo sonde nació en 1923 y murió después del Carnaval de 1986, a la edad de 64. Esta mujer calloense estuvo en comunicación con su pueblo, acaso por su misma condición de telefonista, pues cuando el artefacto de Graham Bell llego a las minas, lo pusieron a su cuidado. Era muy joven entonces y ya se perfilada como líder de aquel pueblo minero descendiente del habitante autóctono y criollo mezclado con inmigrantes antillanos y franceses mediterráneo que llegaron a mediados del siglo diecinueve, muchos después que los hispanos atraídos por el señuelo de El Dorado que nunca pudo hallar Antonio de Berrío ni menos del intruso caballero Sir Walter Raleigh. El Callao acaso haya sido la codiciada Manoa y, el Yuruari, aquel lago de lecho dorado donde aun se garzonea el precioso metal. Porque en esa tierra yuruarense que se extiende hasta el Cuyuní, hay oro de verdad, mucho más del que se llevaron los ingleses y franceses por los puertos fluviales de San Félix y Cuidad Bolívar. El oro está allí sembrado en la granítica tierra milenaria y ha sido de todos los que han llegado, de la Goldfield, de la Guayana mines, de la Venezuela Austin, de la Winchester, de la Bolívar Hill, de la Mocupia y de tantas otras empresas mineras extinguidas. Hoy lo explota el Estado venezolano a través de CVG-Minerven, pero siempre se va cantando la canción del que no vuelve. El negro llegó y se fue internando en las cavernas lúgubres y ni el anglicanismo, ni el luteranismo, ni el catolicismo ni mucho menos el budú, han podido redimirlo del trabajo duro y escasamente retribuido no obstante el esplendor de la dorada riqueza. Pero más que ha la tierra hueca por donde se escapa el oro de las vetas, lo atan las costumbres de sus ancestros, con mayor fuerza el sonido de los hierros, del bumbac, el rayo y la campanillas, el canto de Ambacail, Blody Man Down y tantas otras creaciones en ingles o patois con acento de calipso como las que hicieron famosos al Negro Kenton y Carlos Small. El Callao se conoce más por su música de comparsas que por sus penas que son muchas, pero quienes suelen visitarlo, no quieren saber sino del calipso penetrado por elementos del merengue al calor del cuatro, las bandolas y las maracas, pero con un balance que le impide legitimidad, por lo que el extinto profesor Fitzí Miranda lo identificaba con el original nombre de “merlipso” (mezcla de merengue y calipso). El Callao es uno de los pocos pueblo de Venezuela que a cada una de las fiestas tradicionales concurre gente de todas partes, pero más durante los tradicionales días del Carnaval, tal vez porque todas tienen ese aire mágico y bullicioso dominado por el ritmo del calipso con steel ban aunado a los ya mencionados instrumentos criollos. No hay mucha diferencia entre las fiestas de Carnaval, las patronales de Nuestra Señora del Carmen, las de navidad y año nuevo y las que se obsequian al gobernante o ministro cuando inauguran alguna obra de utilidad pública. Todas del mismo corte aderezadas con domplin, calalú, acroe, banan pilé, y entre trago y trago de ginyabié, (mezcla de jengibre, cerveza y maíz) por las calles angostas, pero siempre anchas para comparsas hasta de 200 personas como los otrora Exóticas y Vikingos. Hasta 1986, Lucila Isidora Agnes era carne y espíritu de las fiestas, pasión y dolor, ángel tutelar, hasta madrina, la mujer que lo sabía todo, la panacea; sólo faltaba la barita mágica para concretar los milagros. Isidora existe hoy como existió ayer, aún cuando se halla apagado su voz y el hermano negro llore sobre sus cenizas como allá en el Congo lloraron o lloran a Patrice Lubumba. “Todos son mis hijos” dijo una vez a este periodista y es cierto. La Negra Isidora no quiso tener hijos al calor del matrimonio porque siendo soltera era la única manera de no tener preferencias. Su amor era de todos y para todos, tanto más si había dolor, pena o miseria como la de la silicosis que asedia los pulmones del minero. Y todos buscaban a Isidora porque Isidora era omnímoda. Lo abarcaba todo. No sólo garantizaba las fiestas patronales, vestía y adornaba con flores a la virgen, no solo lideraba los reclamos, empuñaba la batuta de las comparsas, amenazaba con quemar los tambores en las puertas del Congreso, los calloenses querían abandonar el lar nativo, pero la Negra Isidora lo evitó yendo hasta Miraflores a plantearle el asunto al Presidente Raúl Leoni. Entonces se trajo un bagaje de esperanzas que pronto materializaron y le dieron aliento al pueblo. Las cosas comenzaron a cambiar y no por ello dejó de estar sobre el sucesor Rafael Caldera y su ministro Pérez La Salvia, más cuando le tocó a Carlos Andrés Pérez prolongar su tremenda caminata por el distrito minero. Su jefe de relaciones públicas era el colega Juvenal Herrera, quien influyó bastante ante Leopoldo Sucre Figarella para que Minerven fuese una empresa más de la CVG. El Callao ahora tiene vida y es un municipio autónomo. Los molinos están activos y desde un pozo de 500 metros de profundidad, cavado en la roca viva, se sigue las vetas que en un año han dejado en el mercado hasta 3.500 kilos de oro. El Callao, como ave fénix, resurgió de sus cenizas y de este resurgimiento luego de la disolución de la Compañía Minera de El Callao que administró con mucho éxito el corso Antonio Luccioni y del fracaso o quiebra de la Mocca, los calloenses no querían debérselo a los partidos políticos sino al calipso porque la Negra Isidora así lo decidió en su mejor momento, inspirada en ese constante diálogo que siempre sostuvo con la estatua de Simón Bolívar de la plaza frente a su casa. Temprano cuando se levantaba y abría la puerta le hacia la venia al Libertador y le daba los buenos días. El estante de Bolívar sobre un pedestal de mármol lleno de frases heroicas, en la modesta plaza del pueblo, mira directo al poniente y no al oriente como ella quería que fuese. Por eso- me dijo una vez- tengo la obligación de levantarme y darle los buenos días ya que no se lo puede dar el Sol. La estatua hecha en Italia por J. Robert permanece allí en esa posición, desde que el General Julio Sarría era Presidente del Estado Bolívar: Mandaba Cipriano Castro desde Caracas y el capitán Ramón Cecilio Farreras estaba a punto de alzarse para pasarse a la Revolución Libertadora. La Negra Isidora no había nacido cuando eso, lo refería porque se lo oía decir a su madre que era de Santa Lucia de las Antillas y a su padre Martiniqueño, mezcla de ingles y francés que se dio en el Callao al calor de las fabulosas vetas. De la unión nacieron tres hembras y un varón qué falleció antes que ella. Con esos antillanos y muchos otros de la misma isla y de otra isla que llegaron antes y después, vinieron a esta tierra del oro los tambores del calipso. Trajeron tambores grandes y pequeños, el bumbác, el rayo y otros hierros que los nativos reforzaron con el cuatro y las maracas. La Negra Isidora fue presidenta de la Asociación de Amigos de Calipso que consta de una comparsa de 200 personas luciendo cada año disfraces distintos, inicia su danza el 24 de diciembre para darle las felices pascuas al pueblo. Igual ocurre el primero de enero y de allí cada domingo hasta el martes de Carnaval. El resto del año suele aceptar invitaciones para participar en acontecimientos feriales y patronales de otros Estados. En El Callao hubo y existen varios grupos, entre ellos, Renovación, Onda Nueva, Brisas del Yuruari que se distingue con las comparsas de la Asociación porque bailan el calipso brasilero y el venezolano-brasilero. El calipso de la Asociación es más autentico, más conservador, y en cuanto a los compositores tradicionales Kenton San Bernard, Carlos Small y Lourdes Basanta. En el Carnaval levantan una gran carpa y los beneficios se convierten en becas para que los jóvenes puedan lograr mejores oportunidades de estudio. Ididora jamás acepto mezclar los tambores con la política y protesto cuando el grupo Onda Nueva se cuadró con Luis Herrera y no usaba sino boinas verdes. Argumentaban que ella era una Adeca desde PND y jamás su partido consiguió que le tocaran sus tambores “porque mis tambores no son políticos y en mis comparsas danzan adecos, copeyanos, urredistas, comunistas, masistas, y los venezolanos todos juntos”, solía decir: Aunque adeca, una vez la tildaron de “perezjimenista” porque declaró que “el único presidente que hizo bastante por el Callao fue Pérez Jiménez: el puente, las calles, el Grupo escolar, la iglesia”. Por eso fue que le regalaron el cuadro de Michelena? Le pregunte en esa ocasión y respondió: -Yo siempre me ocusé a esa donación y tanto que cuando cayó la Dictadura, yo y Juvenal Herreras fuimos a Caracas y recuperamos el cuadro de Miranda, pintado por Michelena. “por que, había que regresárselo a Pérez Jiménez si esa obra fue donada hace más de 80 años por un comerciante corso? Desde entonces el cuadro del Generalísimo se halla de vuelta en El Callao. CLOTILDE DE BILLINGS En el marco de la celebración de los Carnavales de el Callao, 20 de enero 12, la Secretaria de Cultura, en alianza con la Fundación Bigott inauguró la Exposición Fotográfica Homenaje a la Madame Cleotilde Stapleton de Billings en la Iglesia Anglicana La Resurrección. Cleotilde Teodosia Stapleton Marskman de Billings, sept 1936 – junio 2009, hija de El Callao, fue una madama por herencia familiar y por la influencia de sus contemporáneos Lulú Basanta, Miguelina Conde, Charles Small, Hermanos Clark, Hermanos Rober London, Jossoua Harewood, asi como otros cultores del calipso y el carnaval de El Callao. La madama Cleotilde estudio y ejerció la docencia, a través de sus más de 20 años trabajando como docente en la Fundación Bigott, sirviendo como facilitadora de la enseñanza de danza, música y canto del Calipso de El Callao. “Como una de las grandes exponentes de El Calipso y de la tradición de nuestro estado en Venezuela y en el mundo Cleotilde trascendió realmente del pueblo de El Callao y se convirtió en una mujer universal con una referencia bien importante a nivel de la docencia y de la proyección de las manifestaciones tradicionales callaoenses”. La Exposición es una muestra de 12 fotografías de Nelson Garrido que pertenecen a la colección de la Fundación Bigott. Conocida como “Clotildá”, esposa de Leopoldo Billings, quién falleció en Caracas; músico, hijo de El Callao, fue Profesor de la Escuela Superior de Maestría, Miembro de la Orquesta Filarmónica de Venezuela y de Maracay. También director musical y arreglista de la agrupación Yuruari: La Fuerza del Calipso, creada por la Fundación Bigott en el año 1994. Su última producción fue en el año 2002, un sencillo que conto con temas como Calipso Man (Cecilio Lazar), Netty, Netty Children of The Soil (Anónimo), Morning Cacaco (Anónimo), Whole Day, Whole Night Mary Ann/My Darling (Anónimo), Mami, Mami, Hoi! Hoi! (Anónimo), Miss Marksman/Niger Man (Lady Gibbs), Take Me Down To Los Rios, Angela, Mary Jane, Susie y Daddy, Daddy, donde su esposa Cleotilde era vocalista. George "Coco" Griffin El 9 de febrero de 1997 falleció en su nativa tierra de El Callao, George “Coco” Griffin, hijo ilustre de ese municipio minero y siempre activo e incesante luchador al lado de Juvenal Herrera, de la Negra Isidora y de la China Mannoni, por las más sentidas reivindicaciones sociales de su comunidad. Su último trabajo lo desempeñó en la CVG-Minerven en calidad de Relacionista público que permitió proyectar la empresa utilizando sus recursos de amistad y relaciones con los medios de comunicación social del estado, pero por sobre todo, con los periodistas de Ciudad Bolívar y Ciudad Guayana, entre los cuales destacaba obviamente, César Díaz Decán (Solito). El padre de “Coco” Griffin era su homólogo George Griffin, a quien se recuerda como uno de los principales joyeros de El Callao y su tío Teófilo, igualmente orfebre, a quien tocó confeccionar la Copa de Oro entregada al equipo representativo de Venezuela que ganó el Campeonato Mundial de Béisbol. “Coco” Griffin falleció siendo director asesor de la Fundación Museo del Oro de Venezuela en El Callao, presidida por la profesora Carmen Delgado Mannoni (China Mannoni) y que en la actualidad tiene su asiento en la Casa Locher desde 1995. El Museo, según sus estatutos, “muestra en forma dinámica y participativa el pasado, presente y las perspectivas futuras de la industria aurífera venezolana, en su dimensión científica técnica, social, cultural, histórica y artística”. George Griffin nació en El Callao el 13 de mayo de 1939. Era casado con la educadora Nancy Martínez, con quien tuvo cinco hijos: Fátima, Guillermo, Marvelena; George y Gregorio, todos profesionales. Estudió en la Escuela Federal Graduada “Tamanaco” de El Callao, en el Liceo “Peñalver”, de Ciudad Bolívar y Liceo “Andrés Bello”, de Caracas. Estudió en el Instituto Universitario de Relaciones Públicas, 1972. Realizó varios cursos de especialización, incluyendo de Tipografía y Mejoramiento Profesional, en la Universidad Central de Venezuela. Inició su actividad profesional desempeñándose como Relacionista de la Empresa Consorcio Minerven Kavanayén, constructora de la represa de Guri, entre 1974 y 1980. Trabajó en Relaciones Públicas de CVG 1982 y 1986. Asesor del Concejo Municipal de Roscio, dirigente deportivo, cofundador del “Minasoro” FC de El Callao. Articulista de periódicos regionales. Coautor de la obra “El Pemón”, el Lenguaje Autóctono y Ponente en el Congreso de Lingüística, celebrado en Maracaibo en 1987, autor de: “Minerven: Rutero Dorado de Venezuela” y de la obra inédita: “El Callao y 67 personajes más destacados”, así mismo autor del libro “El Callao, Pionero deportivo de Venezuela”. Participó en el Primer Congreso Mundial de Relaciones Públicas que se celebró en Ciudad de México, en 1978. Concurrió a la Convención Interamericana de Relaciones Públicas, de Holanda, en 1985 y a la IX Conferencia Interamericana de Relaciones Públicas que se efectuó en Caracas, en 1989. Asistió a diversos cursos de actualización de su profesión en diferentes ciudades de Venezuela. Participó en 1996 en el IV Coloquio de Culturas Residenciales y Populares del Oriente de Venezuela auspiciado por la UDO-Bolívar, Anzoátegui y la Gobernación del estado Bolívar, y en 1997 asistió al curso sobre “Educación en los Museos”, patrocinado por el Conac. Reconocimientos y distinciones por su aporte a la cultura y a las Relaciones Públicas, incluyendo Mención de Honor “Relacionista del Año”, en 1977, del Colegio de Relacionistas del estado Bolívar; Premio Regional de las Artes 1993, Premio “Juvenal Herrera”, de la Gobernación del estado Bolívar, en 1995, entre otras distinciones. Miembro del Colegio Nacional de Relaciones Públicas de Venezuela, de la Federación Interamericana de Relaciones Públicas (Fiartp). Carmen Delgado (China) Mannoni La conocí y traté con ella en los años sesenta cuando con César Díaz Decán (Solito) dirigía una seccional del partido Unión Republicana Democrática en el Callao. Por esa vía política llegó a ser Presidenta de la Junta Comunal de ese entonces municipio foráneo dentro de la circunscripción distrital de Roscio cuya cabecera era Guasipati. La “China Mannoni” como era conocida por propios y extraños no obstante haber sido bautizada con el nombre de Carmen en ofrenda a la patrona de su lugar nativo El Callao y de apellido Delgado por su padre y Mannoni por su madre de origen corso, fue siempre maestra de profesión y varias generaciones pasaron por su mano orientadora. En ese tiempo cuando César Díaz Decán solía cruzar todo el Callao en bicicleta con el manubrio suelto, estaba perdidamente enamorado de la China que para entonces, por los comentarios, era la mujer más bonita del pueblo tanto por su cuerpo como por su perfil mediterráneo. Estaba de moda la canción rocolera de despecho “solito he de llorar /solito lloraré…” y creo que por allí le vino al colega el remoquete de “Solito” porque era su canto preferido cuando La China se portaba esquivana y difícil. La última vez que vi y conversé con la China fue en el 2006 cuando fui invitado junto con los médicos Mario Jiménez Gambús y Camilo Perfetti, a la presentación de su libro “El Callao de mis recuerdos”, un libro de 328 páginas editado aquí en Ciudad Bolívar bajo la coordinación del propio Camilo Perfetti bajo el patrocino de la Alcaldía cuyo titular entonces era el profesor Jesús Coromoto Lugo Larreal. En la ocasión me enteré que la China era sobrina de Kotepa Delgado, columnista semanal de El Nacional de Caracas, de fino humor, figura junto con Pedro Beroes como uno de los periodistas fundadores de Ultimas Noticias. En ese libro, como dice Isac Rojas Gómez en su prólogo, La China Mannni “evidencia las cosas y casos, la existencia y cotidianidad de un pueblo "Sol Generis", como lo es El Callao. Ese es El Callao minero, deportista, calipsero, parrandero, trabajador, amalgamado culturalmente y cosmopolita ayer y hoy, y visto a través de las anécdotas y semblanzas de sus personajes y coterráneos. El prologuista considera que este libro de Carmen Delgado como referencia obligada, cuando se quiera investigar sobre El Callao, ya que la Autora hurga en las entrañas de la historia callaoense y rescata cosas que estaban a punto de olvidarse, utilizando hábilmente la tradición oral, tal como el caso de algunos personajes ya fallecidos; y la suculencia de la culinaria típica local, de procedencia afro-antillana, tal cual como los ancestros de su población, protagonistas y actores de hechos y situaciones ocurridas en un momento determinado en el otrora. Este bello regalo, nos los hace La China, gracias a esa sensibilidad y sutileza que solo ella: educadora, lidereza y gran dama, compaginada con su genialidad nos puede ofrecer”. César Decán Díaz (Solito) Ente los años cincuenta y sesenta una canción sonaba en las cuerdas de las guitarras de los serenateros. Era una canción de lamento por un amor mal correspondido: “Solito he de llorar / Solito he de sufrir/ Solito he de quedar / Pobre de mi”. La canción con aire de malquerencia calaba en el alma juvenil de César Decán Díaz por las calles maltrechas ¡qué paradoja! de la ciudad del oro, El Callao, que comenzaba a padecer la enervación económica de la MOCCA. Estaba dirigida esa poesía sentimental a la mujer entonces más interesante del distrito minero de El Callao: Carmen Delgado Mannoni (La China Mannoni) “China” por sus facciones un tanto asiáticas según la percepción de don Pascual Pascuzzi, y “Mannoni” por su genética corsa mediterránea. La China se había convertido en lideresa del pueblo dada su estampa atractiva y su condición de maestra normalista que además formaba parte del “Olímpica Foot Ball Club”, equipo pionero del fútbol femenino en Venezuela. Los calloenses que como los orientales, son ingeniosos en eso de pegar cognomentos, le colgaron a César el de “Solito” y como tal se quedó toda la vida al igual que ´China” aquella maestra inquieta de todos los cursos que al final quedó jubilada, aproximándose a una edad indescifrable. Solito en sus primeros tiempos, al igual que la China, era aficionado al balompié y escribía las crónicas de los eventos deportivos locales, máxima atracción del pueblo, que Abelardo Raidi le publicaba en El Nacional por amistosa sugerencia de Juvenal Herrera, llave de Miguel Otero Silva. Igualmente participaba en las competencias ciclísticas y en la Raleigh que pedaleaba hacía además toda clase de monadas para divertimientos de sus admiradoras, era comprensible toda vez que había nacido en un caserío llamado “Monkey town” (la ciudad del mono) un 28 de marzo (1936), día de San Benito, santo negro de su devoción y fecha aniversaria del natalicio de Miranda, por eso cada vez que puede exalta la figura del precursor, del cual existe una pintura de Michelena expuesta en uno de los muros del Palacio edilicio, donada por corsos ascendientes de la China Mannoni. Solito alternaba el deporte con la política siguiendo la doctrina nacionalista que para entonces predicaban Jóvito Villalba, Luis Miquilena, Alirio Ugarte Pelayo, José Vicente Rangel, Fabricio Ojeda, Cheíto Herrera Oropeza y el upatense Humberto Bártoli. Por esa vía llegó a ser Prefecto de Santa Elena de Uairén, donde medio aprendió la lengua Pemón para entenderse un tanto con los hijos autóctonos de la Gran Sabana. El Callao, no obstante su riqueza aurífera, no daba para mucho, por lo que los nativos se veían impelidos a otear horizontes más promisorios. Solito no iba a ser la excepción, de manera que no optó por Caracas como Juvenal Herrera, Héctor Thomas, Luis Arrioja y tantos otros que se labraron a puro pulso su destino, sino que decidió por lo más cercano, la Zona del Hierro, que comenzaba a vislumbrarse como un polo de desarrollo industrial. Aquí asentó sus esperanzas afianzado en lo que sabía hacer, redactar columnas deportivas que aprovechó el sagaz Eduardo Santana para alimentar la data cotidiana de la corresponsalía de El Bolivarense y la Radio Caroní (1960) que entonces dirigía Rafael Eligio Farreras. Tuvo su propio programa radial “Antena deportiva”, fue corresponsal de los diarios El Expreso y El Universal, jefe de Relaciones Públicas de Cadafe, concejal, y Secretario General del CNP junto con su inseparable amigo Leopoldo Villalobos, Gabriel Aguilera Ordaz, Calos Rodríguez Gantaume, Fernando Reyes Maita y el terrible Givanni González, quien asustaba al agente de prensa Carlos Arteaga cuando repentinamente se paraba de la máquina de escribir y gritaba “!Paredón para todos los enemigos de la libertad de prensa, carajo!”. Jesús Coromoto Lugo Larreal Profesor de educación física, graduado en el Pedagógico de Maturín, 4 veces Alcalde de El Callao y 2 veces Concejal. Posteriormente hizo la carrera de abogado y se graduó en la Universidad Gran Mariscal de Ayacucho (UGMA), Núcleo Puerto Ordaz. Su esposa Esmaira de Lugo también es abogado. La tesis de grado versó sobre la figura jurídica del concubinato, contemplada en el Código Civil bajo el término Unión de Estado de Hecho y en la misma un análisis pormenorizado de ventajas y desventajas y su relación apodíctica con la Constitución Nacional. Una de las obras de Coromoto Lugo como Alcalde que destaca es haber logrado que la UNESCO declarara al Calipso Patrimonio Cultural inmaterial de la Humanidad y el cual se conmemora el día del nacimiento de la popular Negra Isidora. GREMIOS Y ASOCIACIONES 1. Casa sindical El 28 de febrero de 1988, fue inaugurada la Casa Sindical de El Callao con el nombre de la Negra Isidora, líder durante mucho tiempo de ese distrito aurífero. Al hacer memoria de los primeros tiempos del sindicalismo, Ángel Zerpa Mirabal, presidente de Fetrabolívar y diputado por el Estado Bolívar, situó en 1935 la fundación del primer sindicato. Precisamente ocurrió en El Callao impelidos sus dirigentes naturales por las condiciones de trabajo de un gran contingente humano absorbido por empresas foráneas explotadoras del oro. Recordó a Alfredo Bolívar, Juan Aponte, Francisco Inserri, Carlos Smoll, Gumersindo Yori, Peterson Paigo, Fabricio Gómez y José de Jesús López, como los iniciadores del Sindicato de Trabajadores del Oro de El Callao, que reemplazó a la Asociación de Mutuo Auxilio de Empleados y Mineros que funcionaba desde 1932. Era una casa de berro y piedra la sede del primer sindicato y sobre sus escombros fue construida una moderna que cuando el dólar estaba a 4, 50 costó a Minerven dos millones 850 mil bolívares. El primer Sindicato del Oro fundado en El Callao en 1935 no pudo legalizarse sino en 1946. Durante todo ese ínterin tuvo serios inconvenientes en su esfuerzo por un reconocimiento legal tanto de las empresas del oro como del propio gobierno. Aguerridos sindicalistas como Juan Bonnet y Anselmo González fueron expulsados de El Callao señalándoseles como enemigos de la paz laboral. Fue también en El Callao donde se dio la primera huelga del estado Bolívar. Ocurrió al comienzo del gobierno de López Contreras. Duró treinta días y fue disuelta policialmente. Los dirigentes José de Jesús López y Perucho Peraza abandonaron las minas disfrazados de mujer. Las empresas francesas La Mocupia y laa New Gold Fields Of Venezuela no cedieron a las reivindicaciones planteadas por los directivos del sindicato, alegando que el conflicto les había acarreando cuantiosas pérdidas. En el estado Bolívar para 1939 el movimiento sindical especializado como el de La Electricidad, Minas de Oro de El Callao y el de Caleteros, era incipiente y comenzó a tomar cuerpo a raíz de la Revolución de Octubre del 45. En Ciudad Bolívar, unas de las poblaciones más cosmopolitas de Venezuela, llegaron a coexistir las actividades artesanales con los obreros y otras de carácter proto-industrial en la llamada Sociedad Cooperativa de Artesanos y Obreros que enarbolaba una bandera blanca con letras negras. Se refundó con 73 miembros en octubre de 1915 y de ella dependía una Escuela Nocturna para artesanos. La directiva en 1939 la integraban Antonio Levanti, en calidad de presidente; Felipe Hernández, vicepresidente, y secretario Manuel S. Kroney. Para celebrar el 24 como Día del Obrero, el gobernador Ovidio Pérez Ágreda, conjuntamente con el secretario de Gobierno, doctor J. M. Gómez Rangel, decretó un programa que incluyó la inauguración de la nueva Casa de Gobierno (dos plantas), almuerzo para los obreros, entrega de ocho equipos de baseball a los clubes organizados, inauguración de la Escuela de Enfermeras bajo la dirección del doctor Jorge Figarella y ofrenda en el cementerio a Juan Bautista Dalla Costa, Ramón Isidro Montes, Manuel Felipe Flores hijo y Antonio Valera Villalobos, propiciadores y defensores del movimiento obrero. En Venezuela la actividad sindical organizada comenzó en 1936 a raíz de la muerte de Gómez, pero el primero de mayo como día del trabajador fue adoptado por el Gobierno de Isaías Medina Angarita en 1945. Desde entonces se ha venido celebrando la fecha ininterrumpidamente hasta nuestros días. A partir de 1962; a poco tiempo de ser derrocada la dictadura de Marcos Pérez Jiménez comenzaron a desfilar los obreros ya organizados en sindicatos afiliados a federaciones. X-CALIPSO Y COMPARSAS El Callao es un pequeño valle rodeado de suaves colinas que soporta una población minera de característica cultural muy singular. Como pueblo data de 1864 y está enclavado en las antiguas tierras de San Félix de Tupuquén que datan de 1789. El Callao ha trascendido tanto por su oro como su ritmo El Calipso de herencia antillana que no obstante tiene aportes de la realidad venezolana. Es un ritmo en cierto modo diferente. Los materiales del Calipso calloense como en una ocasión nos dijo el doctor en música Leopoldo Billings, nos ofrece el golpe del tambor, diferente al antillano que tiene al steel band. Predomina además la voz, en cambio que en las Antillas no cantan, es puro instrumento. Los instrumentos de Calipso de El Callao son Bumbac, Maracas, Cencerro, Bajo, Guitarra y Rayo. Una solista y un coro seguido por la gente que danza detrás de las comparsas. Los disfraces, de reminiscencia o ancestro africano, distinguen los Carnavales de las otras fiestas tradicionales del lugar. Comparsa popular de El Callao fue desde su fundación en 1956 la de la Negra Isidora. Poco antes de morir quedó disuelta y sus miembros se disgregaron en otras comparsas, entre ellas, la conocida Renovación de Chuo; Nueva Onda, de los Hermanos Clark; Creación, de Miguel Gadlardi; Agricultura, de Jesús Lugo y Protesta, de Ray Rodríguez. En El Callao todo el tiempo es de calipso. Aún el duro golpear de la barra del minero sobre la roca lleva el ritmo del calipso. En inglés, francés, holandés, en español o simplemente en patois, no importa, el ritmo siempre es el mismo aunque el de El Callao tiene sello propio y prescinde de los tambores de acero. En el Callao, imán de todo el país, los tambores suenan desde la noche de Pascua y Año Nuevo y se empatan con el Carnaval y las fiestas patronales y como Ulises no hay quien escape seducido por el ritmo de la ninfa del lugar. El verdadero Ulises, al que le canta Homero en la Odisea, pasó muy a pesar de Penélope 8 años en la isla del Ogigia del mar Jónico después del tormentoso naufragio en zona de las Rocas Erráticas. Calipso era la diosa o reina de la isla y de ella dice el historiador Horacio Cabrera Sifontes que vino el nombre de ese ritmo de percusión y campanilla que compite con la deliciosa y erótica Samba brasilera. Horacio Cabrera escuchaba el cuento desde que era niño travieso en una escuela de Trinidad. A él se lo referían las hermosas Madamas del lugar y recuerda de entonces un Calipso muy típico y popular que a todo el mundo contagia: Jingolee oh, tire me donkey down there. Se cantaba en patois, en inglés-holandés o en inglés- francés y la gracia, el ritmo y la ironía picante siempre se mantenía. A El Callao llegó el Calipso por vía de las Madamas martiniqueñas contratadas como servicio por los corsos que explotaban el oro en las vetas. Eran ellas mujeres hermosas que tenían una forma peculiar de vestirse. Muy abombadas de traje, con una especie de crinolina para abultar más las caderas y bailaban frecuentemente al son del calipso. El Calipso, a decir de Cabrera Sifontes, nativo del Yuruary, pero vivido mucho tiempo en las Antillas, nace en Martinica y a través de las martiniqueñas llega a El Callao a principio de siglo. Las fiestas eventuales de las martiniqueñas en el Callao animadas por el calipso fueron trascendiendo de tal modo que llegó un momento en que el pueblo de El Callao no quería bailar ni conocer de otro ritmo que no fuera el Calipso. El ritmo contagiaba a las masas y tomaba las calles como las sigue tomando en Pascuas y Año nuevo, el Día del Carmen, en los Carnavales o el día del Minero. Porque el Callao ha sido siempre un pueblo minero como lo demostraba Josua interpretando en ocasión propicia el popular Blody Man Down (Lamento Minero). XI-AUTONOMÍA MUNICIPAL El Callao, pueblo de más de diez mil habitantes y con más de una centuria produciendo oro, fue elevado el 6 de septiembre de 1990 a la categoría de municipio autónomo y con derecho, una vez realizadas elecciones, a tener concejo municipal y alcalde en lugar de una Junta Comunal dependiente de la municipalidad de Guasipati, como había sido tradicionalmente. La categoría de municipio autónomo se la dio la modificación de la Ley de División Político Territorial del estado Bolívar, que fue introducida por la Comisión de Legislación a la Asamblea Legislatura luego que el 25 de abril del año anterior 4.125 habitantes de el Callao introdujeron ante la cámara un documento reclamando el mismo beneficio otorgado a Ciudad Piar y Santa Elena de Uairén. La modificación igualmente sirvió para adaptar la norma a la Ley Orgánica de Régimen Municipal, en cuanto a sustituir los llamados municipios foráneos por parroquias y declarar sólo municipio a las capitales de los antiguos distritos, completamente autónomos, es decir, con Alcaldes y Concejos. La modificación de la ley respetiva para que pudiera surtir efecto ya con El Callao como municipio autónomo en el sentido de elegir sus autoridades locales, debió aguardar hasta el domingo 3 de diciembre de 1995. Entonces el favorecido con el voto de la mayoría fue el candidato del MAS, Coromoto Lugo. Los 15 años de la Autonomía Municipal Con un acto especial escenificado en la Plaza Bolívar, la Alcaldía, Concejo Municipal y pueblo en general celebraron los 15 años de la autonomía municipal, legalizada el 7 de diciembre de 1991 y materializada en las elecciones del 6 de diciembre de 1992 cuando El Callao fue a elecciones para elegir su primer Alcalde (Víctor García de AD) La lucha por la autonomía municipal del distrito aurífero de El Callao, se inició a finales e la década del sesenta con Jesús Coromoto Lugo (Concejal por Roscio), Nelson Arias, Miguel Gaglardi, Ramón Emanuelli Poggi, Pascual Emanuelli Poggi, Fernando Briceño, Benito Torrealba, La Negra Isidoro, Juvenal Herrera, Carmen Delgado Mannoni y otros dirigentes de la comunidad. La reseña histórica estuvo a cargo del cronista de El Callao, Ramón Emanuelli Poli y el discurso de orden muy sólido, objetivo y coherente, lo pronunció el ingeniero Pascual Emanuelli Poggi. Tocó clausurar el acto al licenciado Jesús Coromoto Lugo, Alcalde del Municipio El Callao desde las elecciones del 95, es decir, reelecto tres veces. Lugo narró las vicisitudes y pormenores de la lucha en pro de la autonomía de uno de los municipios más ricos del Estado Bolívar, riqueza que no se ha traducido en el bienestar social, cultural y económico que aspira todo pueblo. El Callao con más de 140 años de vida, produciendo oro, acusa muchas deficiencias no obstante una administración realmente eficiente llevada a cabo por la Alcaldía. Señaló a Minerven, Promotora Guayana y al Grupo Chino o asiático que ahora busca oro en las tierras del Yuruari, de no colaborar o permanecer indiferentes a las exigencias sociales de la comunidad. En el mismo acto se bautizaron dos libros sobre la historia de El Callao: “El Archivo Secreto de don Antonio Liccioni” escrito por el doctor Camilo Perfetti y una serie de aspectos de la vida y personajes de El Callao recogidos en un libro de Carmen Delgado Mannoni (La China Manoni). Ambas obras editadas por la Alcaldía. El Cronista de Ciudad Bolívar, Américo Fernández, fue invitado especial y con Coromoto Lugo depositó la ofrenda floral en la Plaza Bolívar. El Escudo de El Callao Mediante un Concurso Público promovido por el Presidente edilicio Víctor García Burgos, con la participación de personas de la comunidad vinculadas a su historia, costumbres y tradiciones, fue escogido y aprobado por la Cámara Municipal en sesión ordinaria del 20 de junio de 1995, el Escudo Oficial del Municipio el Callao. Dicho Escudo, rediseñado por el artista plástico Carlos Betancourt, como emblema oficial, está integrado por tres cuarteles: dos superiores y uno inferior. El primer cuartel superior derecho con fondo amarillo simboliza la riqueza del Municipio. Tomando en cuenta a El Callao es zona minera aurífera, es observable en el mismo el mineral de aluvión, la ba¬tea, la pala, el pico, la barra de oro, la torre y la entrada a la mina iluminada con el sol del Yuruari. El segundo cuartel superior izquierdo de color azul destaca el clásico balón de fútbol y en el centro del mismo la figura de un futbolista vestido de camiseta amarilla de rayas negras y pantalón negro, simbolizan¬do en general el deporte popular de este municipio iniciado en 1876 y que se tiene oficialmente como el primer partido de fútbol en Venezuela. El cuartel inferior completa con el fondo de color rojo, la posición socio-cultural del Municipio Au¬tónomo El Callao privilegiando la figura del minero trabajando la veta del mineral, la Madama tradicional, las festivas y carnavalescas figuras folclóricas del Diablo y el Negro Pinto más superpuesto los contornos de la geografía municipal con estos elementos. El escudo tiene en su parte superior dos cornuco¬pias entrelazadas que simboliza la abundante riqueza mineral y cultural la zona. Al lado derecho del escudo está la figura de una pala y al lado izquierdo un pico, implementos utilizados por el pequeño minero. A ambos lados del Escudo dos plantas agrícolas cultivadas en el lugar, unidas y sostenida en su parte inferior por una cinta de los colores simbólicos de Venezuela sobre la cual sobresale la fecha del 7 de diciembre de 1991 cuando El Callao fue elevado a la categoría de Municipio Autónomo del Estado Bolívar. La luz eléctrica Se cree que la luz eléctrica llegó a El Callao primero que en cualquier otro lugar de la Guayana a juzgar por lo que dice en su libro “Venezuela y sus riquezas” el Teniente coronel del ejército italiano, explorador, ingeniero y geógrafo, Orsi de Monbello, quien estuvo en Venezuela en 1883. Según este explorador, El Callao de la época ofrecía un abismal contraste entre la abundancia del oro y la pobreza del poblado. La luz eléctrica sólo se veía en las instalaciones de explotación aurífera mientras el pueblo y sus calles se veían sumidos en tenebrosas tinieblas. Ejidos de El Callao El pueblo de El Callao que recientemente fue elevado a lo cate¬goría de Municipio, reclama desde hace muchos años la dotación de ejidos. El pueblo que tiene más de diez mil habitantes, ha ve¬nido creciendo y desarrollándose sobre 2.253 hectáreas de tierras que la Nación vendió por 90 mil bolívares a la extinguida Compañía Anónima Minera de El callao. Luego la superficie creció en manos de la Compañía New Gold Mining al comprar todas las concesiones, por lo que el pueblo continúa creciendo en tierra ajena. Estas concesiones caducaron a mediados del siglo veinte y la caducidad de las concesiones revierte a la Nación si nos atenemos al artículo 61 de la Ley de Minas basada en el 103 de la Constitución, según el cual "las tierras adquiridas con destino a la exploración y. explotación minera, comprendidas las de hidrocarburos y demás minerales combustibles, pasarán en plena propiedad de la nación, sin indemnización alguna, al extinguirse por cualquier causa la concesión respectiva". Por iniciativa del doctor Faustino Pulgar, siendo Director de Política del Ministerio de Relaciones Interiores en 1968, el abogado Raúl Ramírez, realizó un estudio sobre los eji¬dos de El Callao y dejó la vía legalmente expedita para que et Gobierno le resolviera el problema de propiedad de la tierra a quienes en Él Callao tienen viviendas y aspi¬ran a tenerla, Pero, la dejadez, siempre la dejadez, ha estado atravesada Una de las verdades sostenidas entonces por el doctor Ramírez, señala que las tierras de El Callao eran baldías cuando fueron otorgadas en concesiones y que su cali-dad de tal no se ha perdido, por lo que el Gobierno Na¬cional, a través de sus organismos específicos y siguiendo el procedimiento pautado en la Ley de Tierras Baldías y Eji¬dos, muy bien pudiera solucionar el problema. Ahora con más razón que El Callao ha sido elevado a la categoría de Municipio y que ya el próximo año tendrá Concejo Municipal, requiere de ejidos. Los ejidos son vita¬les tanto para el desarrollo comercial e industrial corno pa¬ra asegurar la incorporación del sector privado al proceso de Construcción de viviendas cuyo déficit ha venido obstaculizando el crecimiento que experimenta El Callao por efec¬to de la reactivación en firme de sus minas auríferas, XII-REAPERTURA DE LAS MINAS 1. Minerven empresa del Estado 2. Presidencia de Franklin Izquierdo Con la detonación de una carga de explosivos, el Ministro de Minas e Hidrocarburos, doctor Hugo Pérez La Salvia, dio inicio a los trabajos de reapertura de las minas de oro de El Callao el 16 de diciembre de 1971 y cuya producción industrial permanecía paralizada desde el cierre de la empresa MOCCA hacían seis años. Las labores preliminares de desarrollo comenzaron en la zona Colombia del sector aurífero de El Callao. Aquí, desde una tribuna, el Ministro Pérez La Salvia anunció la puesta en marcha del nuevo proyecto que “traerá como consecuencia un desarrollo de magnitud industrial de las minas de oro de El Callao y la región”. Dijo que fue propósito suyo al encargarse de la Cartera, el reactivar la industria minera y que con tal fin se efectuaron estudios de factibilidad y se verificó la existencia de 2 millones de toneladas de mineral aurífero con tenor de 20 gramos por tonelada que permitía explotar la mina en gran escala.. Inmediatamente se procedió a la constitución de una empresa mixta –Minerven- con la participación de un grupo internacional calificado, siendo mayoritaria la participación del Estado venezolano, dentro de la cual entraban obreros y mineros. El Ministro dijo, sin embargo, que también debemos pensar en el futuro ya que el trabajo minero, por más ricos que sean los yacimientos, perecen. Es así como debemos diseñar y proyectar la forma de ir diversificando la actividad de los pobladores de la región y no dedicarnos exclusivamente al trabajo minero. Informó que a tal fin se venían desarrollado proyectos en el campo agrícola y anunció un proyecto frutícola que tendría bastante éxito en el renglón de los cítricos. Ese día El Callao fue declarado Capital del Estado en virtud del traslado de los Poderes Públicos y una sesión solemne de la Legislatura presidida por el diputado Ròger González. Francisco Faraco habló a nombre del Congreso; Lourdes Basanta, a nombre del pueblo y la Negra Isidoro entregaron una simbólica pala de oro al Ministro. Presidencia de Franklin Izquierdo El ingeniero Franklin Izquierdo, no obstante el cambio de gobierno en 1984, continuó en la presidencia de Minerven, empresa del Estado que explota las reservas auríferas de El Callao. Izquierdo desempeñaba con acierto, desde hacía un año, el cargo de la mencionada factoría, acometiendo un programas administrativo de suma importancia para la consolidación de la empresa. En este sentido, tanto el Fondo de Inversiones de Venezuela (FIV), propietaria de las acciones, como la Corporación Venezolana de Guayana, coordinadora de la administración, veían en la continuidad de gestión administrativa del ingeniero Franklin Izquierdo, el desarrollo seguro que había tomado en los últimos años las actividades mineras para la explotación de las reservas auríferas de El Callao. Teniendo fe en este hecho, el ministro de Estado, presidente de la CVG, Leopoldo Sucre Figarella, acompañado por Heberto Urdaneta, vicepresidente del FIV, y José Pazos, asesor económico de la CVG, procedió el 3 de enero a la juramentación de la directiva que presidía el ingeniero Izquierdo. La nueva directiva de Minerven la conformaron los señores Oscar Torres Partidas, Manuel Porras Ledesma, Kenton Saint Bernard y Erasmo Gutiérrez, como directivos principales; y Juvenal Herrera, Alexis Gómez, Pedro Salavarría, Fabricio Gómez y Orestes Buyosa en calidad de directivos suplentes de la empresa. La juramentación se llevó a cabo en la sede de Minerven, en El Callao, después de finalizada una asamblea realizada entre el ministro, vicepresidente del Fondo de Inversiones, presidente de Minerven y la directiva, donde trataron los planes previstos para la continuidad de los programas referentes a la explotación minera en El Callao. Minerven inició la producción de mineral de oro el 27 de marzo de 1983, la planta cuenta con una capacidad instalada para producir 700 toneladas de oro por año, con un tenor de 12 gramos por toneladas y dispone de un personal totalmente venezolano. Pero por lo visto nunca será posible alcanzar esa cifra. Durante la administración de Franklin Izquierdo, Mineven sólo llegó a producir hasta cuatro toneladas de oro al año, hoy en día la producción en vez de crecer, se ha reducido a 1,7 toneladas al año. Se ha dicho que por falta de financiamiento para re-potenciar las plantas. En el corto plazo se requieren de unos 70 millones de dólares para recuperar el nivel de producción de 4 toneladas anuales de oro. Para elevar la capacidad de producción a 8 toneladas al año que tuvo en el siglo diecinueve, tanto en las plantas como en las minas, se necesitan de unos 300 millones de dólares. Una empresa china manifestó estar interesada en construir una planta de refinación de oro a un costo de unos 9 millones de dólares, un proyecto que dará una capacidad para procesar unos 350 kilos por día. El Estado cuenta con 12 concesiones para explorar, explotar y procesar yacimientos de oro por 25 años. Los terrenos comprenden unas 48.847 hectáreas con más de 700 toneladas de oro. Venezuela tiene reservas de mineral de oro de 140 millones de onzas, en un área que abarca un millón de hectáreas en solo el estado Bolívar. Venezuela terminó el contrato de explotación que tenía la minera canadiense Crystallex sobre el proyecto Las Cristinas, uno de los más grandes del mundo, con unas 17 millones de onzas de reservas estimadas. En el 2009, el Gobierno tomó el proyecto de oro Brisas del Cuyuní de Gold Reserve, adyacente a Las Cristinas, por el que la firma que cotiza en la Bolsa de Toronto ha exigido al menos 1.928 millones de dólares en compensación ante un tribunal arbitral. XIII-EDUCACIÓN Y CULTURA 1. Patuá calloense 2. Escuela de Mineria 3. Escuela Granja La lengua Patuá Calloense. En El Callao, además del español, suele hablarse marcadamente entre los venidos de las Antillas atraídos por el oro, el Patuá que es una mezcla curiosa del francés, el inglés y el español, y la misma forma parte del “Creole”, lengua criolla, cuyos orígenes se remontan a los aportes afrodescendientes establecidos en las Antillas menores, pero ese modo de hablar ha comenzado a debilitarse, digamos que a partir del 7 de diciembre de 1991 cuando El Callao fue declarado Municipio autónomo porque antes fue municipio foráneo bajo la jurisdicción del Distrito Roscio cuya capital era Guasipati aunque, como dice Rafael Pineda, Guasipati siempre vivió de ls migajas de El Callao. Por supuesto que a El Callao llegó también el Patuá o Patwa de Trinidad y Tobago el idioma criollo de base francesa y que igualmente se habla en otros pueblos del Oriente de Venezuela como Güiria, Macuro e Irapa. Escuela de Minería La Escuela de Geología y Minas de la Universidad de Oriente tiene en la Escuela de Minería del Yuruary un precedente digno de tomarse en cuenta a la hora de escribir la historia sobre la educación profesional en Guayana, referida a esta disciplina. Esta es una Escuela que tuvo su asiento en Guasipati a partir de 1893 hasta 1900, respondiendo a la visión que tuvo el doctor Miguel Emilio Palacio (en la foto) de la vocación y destino minero de la Región Guayana. Y la fundó precisamente cuando Venezuela protestaba ante el mundo contra la pretensión inglesa de extender su frontera colonial hasta más allá de la ribera occidental del Río Esequibo, donde la prospección minera arrojaba resultados sorprendentes. Por supuesto que se dio por descontado el apoyo del Gobierno progresista de Joaquín Crespo, a quien el Yuruary con el Mocho Hernández secundado por Domingo Sifontes, respaldo cuando lideró la Revolución legalista. Asimismo, con el apoyo del Colegio Federal de Guayana elevado por el mismo Crespo a la categoría de Universidad y que, cosa extraña, nunca antes había contado con una disciplina en este campo, no obstante, la condición floreciente de Guayana en la minería aurífera. Lo más próximo era la escuela a nivel técnico de agrimensores públicos que entre 1882 y 1901 graduó a 35 bachilleres. En un decreto de Cipriano Castro, del 11 de marzo de 1901, al reconsiderar el cierre de la Universidad, autoriza al Colegio Federal de Guayana para que abra la Escuela de Minas que tenía su antecedente en Guasipati de donde egresaron, entre muchos, Francisco Hermógenes Rivero, Luis Felipe Riobueno y Toribio Muñoz, quien ejerció interinamente la Gobernación del Estado Bolívar entre 1931 y1933. La Escuela de Minas de Guasipati fue la primera de su índole en el país y protagonista de esa empresa educacional fue Miguel Emilio Palacio, quien era doctor en ciencias exactas e ingeniero civil y de minas. Había estudiado y se graduó en Londres, luego pasó a prestar servicio a empresas foráneas que explotaban las minas de carbón, plata, cobre y salitre de Chile. En esa fría tierra sureña, por vía anglosajona, tuvo noticias de los ingentes yacimientos auríferos del Yuruary y hacia Guayana enfiló su destino un día de 1876 para prestar servicios profesionales como ingeniero-director, a las compañías Potosí y Chile que explotaban el oro de El Callao. Luego de diez y seis años laborando, acopiando información histórica, geológica, topográfica y levantando planos de prospección minera desde El Callao hasta el Cuyuní, decidió fundar la Escuela de Minería, a la que se entregó y en la que se empeñó incluso dictando textos producidos por él. Don Natalio Valery Agostini, quien fue amigo de Miguel Emilio Palacio y decía haberlo conocido cuando vivía en la calle Democracia No. 16 de Ciudad Bolívar. Exaltaba siempre sus conocimientos científicos y su calidad de docente como su apasionado amor por aquella tierra del Yuruari, a la que defendió contra las pretensiones inglesas. Miguel Emilio Palacio nació en Calabozo, el 19 de marzo de 1849. Hijo de Ramón Palacio y Trina Viso, ambos oriundos de Guanare, Hato “El Palaciero” de Majagual. Luego de su regreso de Londres, donde cuso estudios y graduó de ingeniero civil y de minas, viajó a Chile, Argentina, Uruguay y Perú contratado por empresas mineras que utilizaban sus servicios profesionales. Del Perú retornó a Venezuela llamado por su primo y paisano Raimundo Andueza Palacios, Presidente de la República y desde entonces puso sus conocimientos y experiencias al servicio de la nación minera. Vivió 82 años y murió en Tumeremo, el 19 de abril de 1931, invidente, a causa de la explosión de gas en un túnel minero. Escuela Granja El 4 de agosto de 1966, el Presidente de la República, Raúl Leoni, puso en servicio la Escuela Granja de El Callao dentro de un amplio programa de inauguración de obras públicas que tuvo su punto neurálgico en Upata, su tierra natal. La Escuela Granja de El Callao inaugurada con la presencia de los Ministros de Agricultura y Cría, de Minas y Hacienda, fue edificada por el gobierno de Pedro Battistini Castro y tenía capacidad para una matrícula de 300 alumnos, incluyendo a 50 internos mayores de dieciocho años. La inauguración quedó marcada ese día por el accidente ocurrido a una avioneta de la empresa Comeravia, tripulada por el Capitán Hugo Siverio, y en la que viajaban para darle cobertura a la inauguración, los periodistas Gladis Figarella, Jefe de Relaciones Públicas de la Gobernación; Américo Fernández, Corresponsal de El Nacional; Vinicio Romero, director de El Bolivarense y Nino Marchessi, reportero gráfico. La avioneta cayó en aterrizaje forzoso, dando saltos estrepitosos, cortando alcornoques con la hélice y los planos, en un claro del bosque selvático, entre Guasipati y El Callao, al explotarle uno de los cilindros y cubrir de aceite el vidrio para-brisa. Desde las 10 y 15 de la mañana hasta las 5 de la tarde, los ocupantes de la avioneta monomotor, estuvieron dando vueltas por el monte, tratando de hallar inútilmente una salida. Afortunadamente y después de varios intentos, el piloto logró contacto de radio con la Torre de Control del Aeropuerto de Ciudad Bolívar y desde allí enviaron un helicóptero perteneciente a la custodia presidencial, mediante el cual fue posible el rescate. Los periodistas fueron llevados al Hato Puedpa donde se hallaba pernoctando el Presidente de la República y desde allí trasladado a su lugar de origen en el auto oficial del Gobernador. Al siguiente día, por haber nacido de nuevo, fueron bautizados en la Casa del Periodista. Como se ve en la fotografía. Eran tiempos en que el pueblo de El Callao creía que el oro o las vetas doradas estaban pasando a una etapa de extinción y mejor era presionar a favor de otras vías o alternativas socio-económicas como la agricultura y la cría. Pues bien, esa era la idea de la escuela granja que comenzaría a formar nuevas generaciones con mentalidad menos apegada a la minería tradicional. Debemos agregar que después del gran susto los periodistas fueron recibidos en Ciudad Bolívar por el secretario de Gobierno Pedro Bertrán, quien se hallaba preparando sus bártulos para irse a Caracas a tomar posesión de la Dirección del Comité Nacional de Financiamiento de la Pequeña y Mediana Industria, a requerimiento de URD a quien correspondía dicho cargo como formante del Pacto de Punto Fijo. Pedro Bertrán iba a sustituir al doctor Roberto Gabaldón, quien había renunciado a URD a raíz del suicidio de su hermano Alirio Ugarte Pelayo. Pero antes, debió darle la bienvenida a dos buques de la Marina de guerra francesa que llegaron de visita al Puerto de Ciudad Bolívar. El “Artair” y el “Arcturus” cada uno tripulado por cuatro oficiales, siete suboficiales y 35 marinos. Estos dos cruceros de guerra fueron atendidos por el Embajador de Francia en Venezuela y a bordo del buque “Artair” fueron agasajados las autoridades locales. Pedro Bertrán desde su nuevo cargo prometió colaborar con la Escuela Granja ubicada en la salida de Guasipati-El Callao, ahora con el nombre de Luis Morillo Colmenares. +